Por Mariano Valcárcel González.
La paradoja de los izquierdismos, me refiero a las organizaciones que se suponen los representan, es que llevan como la democracia burguesa en sí mismos el germen de su destrucción.
Lo hemos visto históricamente y lo vemos ahora y con evidencia diáfana en nuestro país (y en otros, sí). La izquierda se divide, se enfrenta, se destruye. Parece maldición, que cuanto más se empeñan en potenciarla, aumentar su base e influencia, sacarla de cierta irrelevancia, más se empeñan paradójicamente en lo contrario.