Por Fernando Sánchez Resa.
Volvimos andando por la carretera para recoger nuestro coche, aparcado junto a la iglesia de San Juan Evangelista. Vimos casas preciosas con sus jardines pletóricos de hortensias, buganvillas… (que incluso soñamos poseer); algunos lavaderos públicos con sus caños de agua fresca, juntamente con varios trenes de vía estrecha (Feber), que circulaban continuamente entre los distintos concejos (ayuntamientos), con una lentitud y promiscuidad pasmosas, entre sembrados y carreteras comarcales… Es característico y sugerente oír el silbido de la locomotora anunciando su paso entre sembrados, hórreos o paneras y la llegada a los andenes…
La cena en Pravia (sin comprar el famoso jabón verde Heno de Pravia que tanto tiempo vendí en mi tienda familiar y con el que tantas veces me enjaboné, envolviéndome con su preciado aroma), me retrotrajeron a mi infancia y adolescencia, ya un tanto lejanas… No llegamos a ver a los tres hermanos de Pravia (Henos de Pravia…) de la comedia teatral La venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca, tantas veces vista en televisión, mas sí recordamos sus jocosos diálogos y actuaciones…
Jabón Heno de Pravia.
Después, llegó la vuelta a San Tirso de Candamo, mientras los cohetes (cuando nos aproximábamos) nos recordaban que un pueblecito cercano (San Román) seguía estando de fiestas patronales por la festividad de San Lorenzo, anunciando la verbena y el baile agarrado que se iba a celebrar hasta altas horas de la madrugada; pero nuestro cansancio no nos permitió ir a disfrutarlo (además de que no somos bailones).
MIÉRCOLES, 12.
Tras el reparador descanso, llegó un día intenso en viajes y actividades, pues nos levantamos a una hora moderada para desayunar e irnos hacia los Lagos de Covadonga. Llegamos a Cangas de Onís, tras seguir las precisas instrucciones del GPS. Metimos el coche en un aparcamiento subterráneo, cercano a la oficina turística, en donde preguntamos cómo podríamos acceder a los Lagos de Covadonga, sin tener que ir yo conduciendo; pues yo quería disfrutar del paisaje y pasar mi personal miedo ante precipicios y barrancas, pero desde un asiento de viajero anónimo, dentro de uno de la multitud de autobuses que suben y bajan continuamente, siempre comunicándose entre ellos, con su propia jerga característica (pues cada curva o paraje tiene su nombre propio: la trompa del elefante…) durante todo el intrigado y tortuoso recorrido. Unos a otros habían de esperarse, ya que la carretera es tan estrecha que, en ciertos tramos, no pueden pasar dos autobuses al mismo tiempo… Tras aguardar larga cola, nos montamos en el bus, ubicado en el amplio andén de la nueva estación de autobuses, para subir directamente allí y luego, a la bajada, llegar a la Gruta de Covadonga para rezar a la Santina,
Ante la Gruta de la Santina.
recordando nítidamente cuando, hace ya unos cuantos años, vinimos de viaje de estudios por estos lares con los alumnos de octavo de EGB del colegio Santísima Trinidad de Úbeda. ¡Cómo pasa el tiempo! Y, sin embargo, la Santina seguía igual… Había un gentío impresionante. Cuando estaba acabando la santa misa,
Basílica de Santa María la Real.
visitamos la Basílica de Santa María la Real, de estilo neorrománico, construida íntegramente en piedra caliza rosa, y que, desde lejos, siempre anuncia su presencia al viajero, turista o peregrino con su esbelta silueta torreada de cuento de hadas. Luego salió a la puerta un sacerdote para bendecir dos motos y a sus propietarios, protagonizando un espectáculo improvisado que todo el mundo que pudo fotografió…
Bendición de dos motos.
En los Lagos de Covadonga hubo de todo: larga caminata y descansos periódicos; múltiples fotos ante indescriptibles paisajes y pacíficas vacas pastando que andaban por medio de cualquier prado, camino o carretera y que se acercaban al turista o viajero cual si fuesen palomas en la plaza de San Marcos de Venecia; paz y tranquilidad a raudales ante tan bucólico panorama, pues tuvimos la suerte de que nos hiciese un día casi soleado, aunque anunciaban lluvias y tormentas para la tarde-noche (no como nos ocurrió, hace unos años, en la subida al Jungfrau en Suiza, pues las nieblas y la nieve no nos permitieron ver su maravilloso panorama). Visita a ambos lagos.
Lago La Ercina.
Lago Enol.
Comida esplendorosa en el restaurante de La Ercina; encuentro agradable, en la misma mesa, con una médica de Tomelloso y su familia y con otros comprovincianos de Mancha Real en una mesa adyacente; y bajada a Covadonga para, luego, volver a Cangas de Onís, cenar en una céntrica plaza y recoger nuestro coche. Entonces es cuando nos empezó a llover fuertemente y se nos acabaron las baterías de los dos móviles, por lo que no pudimos hacer el viaje de vuelta, tan ricamente como el de ida, con el GPS Maps de internet. Lo hubimos de hacer con el de mi coche que no tiene metido San Tirso de Candamo…
Tuvimos que programar Pravia y luego, a tientas, nunca mejor dicho, volver por carreteras intrincadas e interiores, súper estrechas y con intensa niebla, hasta que llegamos pasadas las once de la noche a nuestro nidito de paz. ¡Dudábamos poder llegar a nuestro destino final como se estaba poniendo de complicada la noche…! Y eso que no somos amantes de los deportes de alto riesgo, que si no… Pronto tomamos el ansiado descanso, pues al día siguiente nos esperaba Cudillero con anunciado tiempo lluvioso e inestable.