“Barcos de papel” – Capítulo 21 f

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- Mirando al cielo y consultando a las estrellas.

Estaba destrozado, roto por dentro. Nadie puede comprender el odio que sentí hacia aquel miserable, después de humillarme delante de la persona por la que hubiera dado mil vidas que tuviera. A cierta edad, es difícil superar el dolor del desengaño. Era la depresión más negra y más profunda de mi vida. Me encerré en mi habitación; sentía un dolor profundo que se me hundía en el pecho, me dejaba vacío y me hacía perder la fe en el presente y en el futuro. Enfermo de tristeza, con la sensación de que Santamaría había vuelto a pisotear mi orgullo, fui a buscar la jaula de Pajarito que, al verme llegar, alzó el hociquillo y se puso en posición de alerta, levantando las orejas. Lo llevé a mi cuarto, lo coloqué cerca de la ventana y el ratoncillo empezó a desperezarse, a limpiarse el pelaje con la lengua, y a peinarse con las patas delanteras como si me ofreciera una amistad franca y sin reservas. Los hámsteres son animales muy juiciosos, que saben distinguir, con gran acierto, quién está de su parte y quién no. Gracias a ese instinto prodigioso, han conseguido un merecido bienestar en nuestra sociedad. Lo seguí observando, nos miramos a los ojos y se puso a caminar con las patas tiesas, moviendo el hociquillo en señal de gratitud y sumisión.

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