Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5.-Aquel hombre receloso y detestable.
Estuvimos hablando hasta que, a eso de las seis, llamaron a la puerta.
—Olga, tesoro ¿Estás preparada?
Se me paró el corazón. Era la voz de Santamaría. Ella me miró asustada; y él intentó disimularlo; pero, al verla sentada en la cama y a mí a su lado, le cambió el color. Aparentando una gran serenidad, examinó cada detalle de la habitación. Noté una gran inquina en su mirada y un sarcasmo evidente, cuando dijo, dirigiéndose a los dos.