¡Rebajas!

Por Mariano Valcárcel González.

Me encanta el tiempo de rebajas.

En tal época, los asediados consumidores (más que asediados, maltrechos) encuentran el resquicio por el que colar alguna compra necesaria, pero pospuesta para mejor ocasión, que coincide la tal mejor ocasión con la de las rebajas. También los compulsivos compradores de cualquier tiempo y estación encuentran en las rebajas una más que endeble justificación para aumentar su compulsión a un límite ya difícil de superar… Total, que siempre se decía:

—He ido de rebajas y me he comprado esto.

—¿Pero te hacía falta?

—¡Ah, no!, ¿pero a que es mono?

Sí, el tiempo de rebajas no es sino un sofisticado invento del comercio para poder sacar al mercado una serie de artículos que podrían haber quedado estancados, con el consiguiente peligro de pérdida de ingresos y obligación de pagos o intentos de devoluciones a las fábricas o almacenistas; porque, hoy día y cada vez más, el comerciante se ve en le necesidad de tener disponible lo mínimo, ante el problema de no poder devolver el género no vendido.

Por esto, las rebajas permiten aligerar el stock e incluso eliminarlo; y también permiten la salida de artículos que podrían quedar obsoletos (el aras de la maldita moda, que todo lo cambia de un año para otro). El sistema es válido para cualquier tipo de comercio, aunque es innegable que las rebajas que más se tienen en cuenta y se anuncian son las del vestido y calzado; y las del automóvil (estas, en forma de promociones).

En los grandes almacenes de las ciudades importantes, el toque de corneta (en unos muy tradicionales del extranjero se anunciaban a toque de campanilla) anunciando las rebajas, siempre fue un evento que tener en cuenta para el calendario anual. Llegar el día de las rebajas y tener en puertas una marea de personas ávidas por entrar a los locales, empujándose, arrastrándose, matándose por ser los primeros (y haciendo colas nocturnas en espera). En casos concretos, puede que esto tenga sentido, porque la cadena comercial anuncia una serie de productos (generalmente de tecnología de vanguardia) que tienen ‑pero en pequeña cantidad‑ y que dejan a precios muy competitivos; o ciertas ropas muy concretas que, de comprarlas en otra ocasión, costarían un ojo de la cara. En esto y para esto, tienen mucho sentido las rebajas y su mecánica y, por ello, también tiene sentido el que uno intente aprovechar los chollos ofrecidos.

No obstante y en general, las rebajas pueden ser solo un señuelo; o peor, un engaño, porque se pongan como rebajados productos a los que previamente se les elevó el precio para luego poder ofertarlos como falsa rebaja. Es un truco muy viejo; se dice que incluso se puede llegar a fabricar mercancía expresamente preparada para concurrir al periodo de rebajas, lo que se considera fraude y estafa, pero que está muy extendido y poco controlado por la autoridad competente (que no ejerce precisamente esas competencias, en detrimento de sus administrados).

Desde el inicio de esto que se llama “crisis” (y que yo sé en verdad cómo denominar con mucha más propiedad, pero ahora no lo haré), se aplicaron también “rebajas”… Sí, y no en localizado espacio temporal, sino en permanente aplicación. Se rebajaron los sueldos de la clase trabajadora en general (no los de quienes todos sabemos y padecemos); se rebajaron las pagas extras de los funcionarios (o se eliminaron totalmente); se rebajaron y ahora con la nueva ley llamada “mordaza” todavía más los derechos y libertades varias; se rebajaron las becas, las plazas hospitalarias, las ayudas a la dependencia… ¡Qué cargamento de rebajas se implantó! ¡Estas sí que eran verdaderas rebajas y no las de El Corte Inglés!

Y como en los tiempos en los que el “charlatán”, chamarilero ambulante que iba, de plaza en plaza y pueblo en pueblo, ofertando sus mantas y cobertores en una puja personal creciente, por la cual una manta se convertía en cuatro más una colcha, más una almohada, más un bolígrafo y un peine, ¡nuestro magnífico presidente (que Dios guarde muchos años) nos promete más y más rebajas! Sí, que es verdad, que empieza por prometer (y dice que aplicar) una rebaja rebajona de no te menees, nada menos que en el IRPF, que nos aligerará (perdón, aumentará) nuestra cartera… Hay un detallillo sin importancia: que, a quienes más declaran ingresos, se les aplicará más rebaja (y esto debe ser por una cuestión de justa correspondencia, digo yo); así que, según creo, si al año me dejan tener algo más de cien euros, ya voy más que rebajado. Pero no se queda ahí la cosa, no; hay más, oiga: mire usted que en el mismo lote le voy a aplicar una rebaja del recibo de la luz (—¿De la luz ha dicho? —¡Sí, de la luz!). Y que va a ser tan morrocotuda la rebaja que le va a salir ¡por un euro en el recibo…!

Coñe, es que no me lo puedo creer.

—Pues créaselo, hombre, créaselo. ¿Cuándo se nos ha mentido?

(Se nos calla que el recibo de marras, luego, subirá el año entrante; pero eso no se dice, porque no estará en periodo de rebaja).

En fin, que me voy a ver si encuentro una camisa florida, estilo vejete de Miami, que es que me hace mucha ilu; pero que esté rebajada, claro.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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