54. Regreso a Martos

Por Fernando Sánchez Resa.

Serían las 14 horas cuando llegamos al control de la carretera de Martos, situado al sudoeste de Jaén, después de haber andado por mal camino y veredas entre olivares. Y lo malo es que no habíamos comido ni teníamos visos de amortiguar el apetito. Por eso, pensamos que un guardia y dos de los nuestros fueran a buscar algo. Yo tuve mucha suerte: se presentó la muchacha que me había encontrado en la avenida con una exquisita y abundante comida que habían preparado, tan diligentemente, ella y la familia Sáenz Morrondo.

Poco después, llegaron nuestros compañeros con el suministro que habían conseguido de Intendencia, tras ardua búsqueda de vales y papeles. Al fin comimos todos…

Durante las dos horas que estuve charlando con la muchacha me enteré del paradero del padre y hermanos carmelitas. Le pedí que les informara de mi libertad y mi nuevo destino: formar parte de las filas del ejército rojo en el batallón de fortificaciones. Acabé dándole las gracias a ella y a la buenísima familia que me protegía…

Tras permanecer varias horas esperando, se presenta una camioneta medio vacía que se dirige a Torredonjimeno. A los guardias les parece bien tomarla, pues nos acerca a Martos, adonde podremos llegar con otro vehículo que se encuentre o a pie, puesto que dista poco más de seis kilómetros. Nos subimos en ella y vamos cogiendo velocidad hasta que llegamos a Torredelcampo para cargar restos y piezas de viejos motores. Emprendemos nuevamente la marcha y llegamos al destino de la camioneta, por lo que bajamos y vamos en busca del control para encontrar otro medio de locomoción. Como no llega, cuando estaba anocheciendo, optamos por ir a pie a nuestro destino, aunque llegásemos tarde.

Atravesamos el pueblo y, cuando llevamos un kilómetro, nos desviamos de la carretera hacia un caserío para saciar nuestra sed, en una cristalina y fresca fuente, y comprar melones. Una vez vueltos a la carretera, nos sentamos en su borde y, en plena oscuridad, nos disponemos a tomar nuestra refección: pan y sardinas; y de postre, melón.

La marcha, cuesta arriba y a tientas, puesto que la luna no vino a alumbrarnos, se hizo penosa para todos, por el mal estado del camino. A mí se me complicó, pues calzaba unos zapatos que hacía tiempo no había llevado y me producían daño por todos sitios…

Cuando llegamos a Martos, era la media noche y no sabíamos a dónde dirigirnos; hasta que, consultando y preguntando, nos aclaran que nuestro destino es el cuartel que está en lo más alto del pueblo… Allí arribamos, pasadas las doce, plenos de cansancio y sueño, con nuestro equipaje al hombro…

Úbeda, 10 de abril de 2015.

fsresa@gmail.com

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