Por Fernando Sánchez Resa.
Libres del peso del encierro, bajamos las calles de Martos a paso ligero, acompañados de algunos guardias de asalto, al mando de un cabo (que, según nos cuentan, se encuentran muy contentos por el asueto que le hemos proporcionado), en busca de la estación para coger, a las ocho y media, un tren para Jaén.