Por Dionisio Rodríguez Mejías.
Juguetes del viento
Una historia que pudo ser la tuya.
1.- Olga.
Serían las doce de la noche cuando se presentó en mi cuarto sin llamar, como era su costumbre. Traía en la mano un racimo de uva y, cuando abrí los ojos, sin pronunciar palabra, me puso un grano en la boca con la punta de los dedos. Tenía muy buen aspecto y se la veía muy alegre, con apariencia de haber descansado. Llevaba unos pantalones vaqueros bastante anchos, un jersey azul de cuello vuelto, y mocasines.