Dijo el ex presidente González que con ellos (los ex) no se sabía lo que hacer, dónde colocarlos, que eran como valiosos jarrones chinos. Llevaba razón hasta un cierto punto; los ex son eso, ex, y ya pasaron y cumplieron su misión y no se les debe nada. La cuestión de dónde y cómo quedan colocados les debía ser un problema personal, que no institucional ni público… Allá ellos. Cierto sueldo y derechos al retiro y van más que sobrados, más que nada por deferencia al alto cargo ejercido. Según sus méritos en el ejercicio presidencial recibirán también agradecimiento y deferencia de la ciudadanía y según su currículo y titulaciones podrán volver al mundo del trabajo y proseguir su vida.
González debía comprender el alcance de su símil… Todo jarrón chino de categoría ha de ser bien conservado, restaurado, colocado en lugar preferente y seguro, y eso cuesta. Aunque el jarrón se esté quietecito y sin hablar (lo cual parece no es cualidad de este tipo de jarrones chinos).
Lo anterior, casi íntegro, se debe aplicar a todo individuo que haya ejercido algún cargo público. Sí, que cualquier mindundi que haya ostentado (y no necesariamente ejercido) algún cargo de tipo político en cualquier administración, ya se encuentra con el seguro de salida, sea la llamada “puerta giratoria”, sea adjudicación de otro puestecillo bien remunerado en fundación, sociedad, asesoría o patronato. El ejemplo reciente del ex ministro Gallardón es palpable. Será por los servicios prestados y para que nadie se sienta no querido o desplazado, ¡tan sensibles son ellos! Y, sobre todo, para que no tengan que volver al oficio o trabajo del que salieron. Por mi profesión he conocido a elementos y elementas que, tras estar en cargo político, designados a dedo, y hecha su magnífica labor como floreros o preciosas flores, nunca volvieron a sus antiguos puestos, ¡qué va!, y pese a ser mediocres, y menos, fueron colocados en sinecuras rentables y cómodas.
Un sistema elaborado a mayor gloria y beneficio de estos seres públicos que tanto se sacrifican por nuestro bienestar y que deben ser recompensados. Tremendo.
Lo que esto escribo para lo público lo amplío para lo privado, o sea para los que trabajan en la empresa privada (que revierte en servicio público). Porque funcionan de igual manera. Unos quedan como jarrones chinos y otros van de flores y floreros. Van. Las flores y floreros nos adornan rincones, mesas, entradas a edificios y mansiones… Dan alegría, variedad y belleza cumpliendo su misión decorativa. Mas no firman nada, no son responsables de nada y de nada entienden si se les pregunta inquisitivamente. Los compramos, los mantenemos y punto.
Como tales adornos ni oyen, ni ven (y en ciertos casos ni hablan), meros accesorios, meras anécdotas. Sólo pasaban por allí… Si firmaban no sabían lo que firmaban, si ostentaban cargo no sabían para qué servía, si acudían a reuniones no se enteraban de nada de lo allí hablado y decidido. Ahora es doctrina admitida en este país y así se argumenta en todos los foros, incluidos los judiciales. Nada se sabía, nada se hacía, de nada se responsabilizaron ni se responsabilizan. A pesar de los pesares, a pesar de las evidencias, a pesar de lo que cobraron y cobran.
El ex consejero de la Junta señor Viera (de Trabajo) declara públicamente que él, en el ejercicio de su consejería, no sabía nada de las andanzas de uno de sus directores generales y que eso era cosa de sus subalternos, que se ve tampoco se enteraban de nada de lo que en la calle sevillana era público y notorio… Mero florero el tal consejero, irresponsable de nada de lo que en su entorno sucedía, pero que cobraba su sueldo por ejercer tal irresponsabilidad. Al actual presidente del gobierno le pasa otro tanto, que tenía a un tesorero o gerente del que desconocía todo, es de suponer, aunque esa labor fuese fundamental para el PP. Y la señora de Urdangarín firmaba todo lo que su amado esposo le ponía a mano sin detenerse, ni una sola vez, a conocer lo que allí ratificaba.
Los consejeros y demás, de bancos y cajas de ahorros quebradas, nada conocían ni entendían de las operaciones y finanzas de sus entidades. De tal forma eran flores de adorno en las mesas de esos consejos, mas era tan importante y de tal responsabilidad su labor que se cobraban unos sueldos y se aseguraron unos retiros de escándalo. Y ese es el detalle: cobraron, exigieron y se aseguraron unos ingresos descaradamente inflados y diferentes al resto de los currantes, porque ellos tenían unas responsabilidades y unos méritos muy por encima de los demás. Y ahora, ¿dónde quedaron esos méritos y esas responsabilidades? En mera filfa, en humo que llena miles de expedientes que como humo se evaporarán. Ni responsabilidades ni retornos. Floreros y flores, caras de comprar, caras de cuidar, ¡pero cuántas hay!