Vayamos al grano

¿Qué es eso del irrefrenable deseo de independencia de Cataluña?, (bueno, de los catalanes). Que es pregunta que muchos españoles (de dentro y fuera de Cataluña) nos estamos haciendo y que de inicio nos deja boquiabiertos, perplejos, desconcertados… No tenemos respuesta lógica (siglo XXI) ni contemplamos circunstancia alguna que ello propicie. Bueno, sí, que se puede hacer justificación con esto de la balanza fiscal de las autonomías o también en la oportunidad de la circunstancia histórica que ahora se ofrece.

Pero no se aclaran ni justifican con otros datos, hechos concretos (salvo la metedura de pata del manipulado y politizado Constitucional), razonamientos claros y comprensibles. Al menos a nosotros, el resto de los españoles, no nos llegan esos argumentos (que lo estamos deseando). Mas pide a Rajoy mejoras y otras cosas, que serían razonables si se expusieran en concilio de presidentes autonómicos. Nos responden: «Es que es también y, sobre todo, cosa de sentimientos».

¿Desde cuándo un sentimiento es razonable? Desde nunca; que el sentimiento corresponde al área de las emociones y de las pasiones y nunca fueron consejeras del razonamiento ni del intelecto. Nos responden los políticos (con ojillos maliciosos que esconden esa mentirijilla realmente gorda): «Es un sentimiento al que no podemos renunciar». Un instinto irrefrenable, que nos lleva y nos domina; algo bárbaro y primitivo.

Argumentan algunos que ese sentimiento creó naciones, independizó a otras y, en efecto, así fue en el XIX y a lomos de un romanticismo desaforado (¡ah, las pasiones desatadas!) que creía todo lo que se inventaba, e inventó más que rescató de lo verdadero de la Historia. Sucedió en el XIX y creo que ya han pasado muchos años y las circunstancias no son las mismas. Se pretende un anacronismo. No hay que marear más de lo necesario la Historia; hay que explicarla correctamente y punto. Pero esto tampoco se nota.

Si queremos justificaciones históricas, fijémonos en los terribles ejemplos del XX. ¿Conviene o no?, porque las consecuencias se siguen sufriendo en el XXI. Pues, ¿por qué lo de Ucrania ahora, si no es el intento de revertir el infame desmembramiento que unos políticos ambiciosos realizaron con la URSS? Políticos ambiciosos, con sus propias y particulares miras e intereses (y esto es demostrable), al igual que los que se lanzaron a cuchillo sobre Yugoslavia para establecer sus satrapías y zonas étnicas (y no quiero ni mencionar las acciones genocidas para lograrlo…). Esto lo podríamos interpretar como consecuencia de la acción fatal de los sentimientos y, claro, ¿quién le pide responsabilidades a los sentimientos?

Un sentimiento puede ser muy débil o muy fuerte, andar soterrado o ser descaradamente evidente; pero un sentimiento no surge de la noche a la mañana. Es fácil despertar el sentimiento dormido, o reinventarlo actualizándolo; azuzarlo a las masas para que lo asimilen y consuman como droga o placebo. Esto es obra siempre de unos cuantos interesados en ello.

Ahí está la cuestión: en quiénes son o a quiénes les interesa reavivar ese sentimiento. Y por qué ahora.

El ahora está claro, que es el aprovechar el estado de suma debilidad de España. Debilidad social, económica, moral y política. Siempre fue así en nuestra Historia y sus efectos fueron siempre negativos. También es el momento de lanzar el señuelo, tras el que se lanzarán los catalanes para así ocultar el estado de debilidad de la propia Cataluña (de lo que no son culpables sus ciudadanos, sino sus políticos).

Y aquí entra el quiénes. Se sacrificarán por lograr la independencia prometida (alguno hasta promete no seguir gobernando y seguro que así será, pero no por su voluntad), palabras de medias verdades, discursos rimbombantes para inflar el ilusionante e irrenunciable sentimiento. Palabras del XIX. Mentiras que encubren sus trapicheos particulares, sus intereses personales y familiares (no lo nombraré, pero todos sabemos de qué se escribe). Otros políticos, pues de estos hablamos, mueven con el deseo de recoger la cosecha: su cosecha de poder; unos con la seguridad de lograrlo plenamente (sobre sus actuales aliados, desde luego) y otros para pillar cachito de algo o por parecer simplemente estar al día, o de moda, o por mera idiotez conceptual (por su flagrante contradicción).

La burguesía catalana mantuvo el sueño catalanista, pues es la que siempre se llevó los réditos. Y, en efecto, mantuvo y fomentó la cultura propia, cosa de admitirles y admirarles. Pero su catalanismo fue siempre ponderado por sus intereses de clase. Y esos intereses pasaban indefectiblemente por España. Acomodándose a España, lograban acomodarla a Cataluña. Si ahora no lo ven así será porque han cambiado sus intereses, obnubilados por el sentimiento, mal consejero. Argumentan los voceros (con sonrisa meliflua) que las cosas no tendrían que cambiar. Claro. Pues para ello deberían admitir que los demás también tendríamos que opinar sobre el asunto, si vamos a seguir jugando en su campo (o dejando que jueguen en el nuestro), pero dependiendo de sus ilusionadas reglas. No es bilateral, sino unilateral, esta propuesta.

¿Y, de verdad, le interesa la independencia a Cataluña?, (bueno, a los catalanes…). Si fuese así, sería porque obtendrían sustanciales ventajas. ¿Cuáles? Nada de ello se nos ha contado. Y si, aunque fuese por periodo limitado, se obtuviesen desventajas… ¿merece la pena el sufrimiento que se pueda seguir de ello, en aras de disfrutar de un sentimiento? Masoquismo o sadismo se llama esto.

Tal vez se conformarían con lograr un buen número de medallas deportivas (lo cual no dudo es posible). Y que sonase “Els segadors”: tan lindo es. Mero patrioterismo rancio.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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