La guerra judeo‑palestina es la punta de un inmenso conflicto de culturas ‑musulmanes contra occidentales‑, alimentado por unos canallas, sin otro motivo que el poder. Buscar razones históricas para solucionarlo quizá sea, paradójicamente, la trampa sibilina de estos alquimistas del engaño; mientras que en lo emocional, que surge del arte y que transforma el grito en melodía, el insulto en poesía, la agresión en danza…, sea donde esté la llave que abra la puerta a la paz en Palestina.
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