En esta soleada y fresca mañana me hallo buscando entrada para la clausura del XV Festival de Cuentos, “En Úbeda se cuenta”, que se ha venido celebrando del 25 al 29 de este mes de junio. Hay bastante gente como yo, pero parece que vamos a tener suerte: en la antigua sacristía de San Lorenzo se van a poder comprar, por cinco euros, pues algunas (encargadas telefónicamente) no han sido recogidas.
Hay tanta expectación que parece que voy a asistir a un concierto de rock o a una corrida de toros, en lugar de a la clausura del Cuentacuentos, por la gran cantidad de gente (de diferentes edades y generaciones) que espera pacientemente. A las doce abren las puertas de la antigua iglesia de San Lorenzo para que el ansioso público coja el sitio más adecuado para asistir a la representación literaria. Charlas variopintas y música de fondo amenizan la espera, hasta que vemos a Antonio Muñoz Molina charlando con Alberto Román Vílchez.
Son las doce y media cuando Nicolás Berlanga Martínez, presidente de la Fundación “Huerto de San Antonio”, nos regala (de memoria) su diáfano y docto parlamento, comenzando por dar las gracias al público que abarrota la desacralizada iglesia y, especialmente, a Antonio Muñoz Molina, echándole piropos agradecidos porque cree que desde sus primeras novelas (Beatus ille, El jinete polaco, Plenilunio, El viento de la luna…) ya había empezado la rehabilitación de San Lorenzo. Agradece a la Asociación Malión su complicidad y cercanía, a los amigos de “Huerto de San Antonio”, a los vecinos del barrio y a todos los asistentes su presencia y ayuda económica, comentando las obras efectuadas durante la primera fase. Afirma que este edificio no es un sumatorio de piedras, sino la pretensión de dar vida al barrio y a las gentes que lo han vivido y lo viven; por eso, quiere que no haya tantas casas en venta, ni vacías, y que la gente venga a vivir a este magnífico barrio; para ello se ha buscado charlar con hortelanos de esta zona, Casa de las Torres, vecinos… No quiere caer en la exaltación de Úbeda mediante un ubetensismo folclórico, sino abogar por el mestizaje de ideas, culturas, colores de la piel, personas… Reconoce que han negociado deudas inverosímiles que luego les han proporcionado satisfacciones y mucha gente colaboradora y cariñosa. Refiere que son 2 000 personas las que ya han visitado San Lorenzo desde su primera rehabilitación; y, entre ellos, muchos mayores que han poblado sus fantasías de recuerdos y emociones… Se reafirma en su deseo de seguir haciendo actividades múltiples en este emblemático lugar: mercadillo de productos de la huerta; obras de teatro; jornadas de Sabina por aquí; residencia de artistas en colaboración con Casa de las Torres… Su principal objetivo es ir buscando camino de construcción, no sólo de la iglesia, sino de activismos recreativos, que sirvan para el reconocimiento del barrio, la reducción de venta de casas y la existencia de una fluida relación con la Casa de las Torres y el colegio Sebastián de Córdoba (con el argumento: «Somos herederos/responsables»). Todo ello con el lema “Abierto por obras”, copiado de Santa María, la catedral antigua de Vitoria, a quien agradece la idea…; y haberse marcado tres objetivos: hacer cuatro catas arqueológicas para estudiar el devenir de esta iglesia; mejorar los accesos (pues piensan abrir la puerta de acceso del fondo de la iglesia y dar luces y servicios); y seguir trabajando documentalmente, gracias al profesor José Manuel Almansa y al fotógrafo José Manuel Navia. Confirma que han soltado amarras, aunque con destino incierto, pero prometedor; y más hoy, que cuentan con alguien que dirige y sabe las rutas que debe seguir este barco; lo que se llama, en el argot marinero, un táctico, de reconocida amistad y calado: Antonio Muñoz Molina, a quien reitera su agradecimiento, esperando que todos disfruten esta mañana…
Después presenta a la romancera zamorana, Victoria Gullón, que nos contará “La leyenda de la Emparedada” de la novela El jinete polaco. Con su timbrada y mágica voz, cantando canciones antiguas ubetenses (y/o readaptadas) que han pervivido hasta la infancia de muchos de los presentes, va entreverándolas con textos y conversaciones de esa mágica leyenda, representándonosla vívidamente. Comienza entonando una famosa canción de un grupo de niñas que juegan al corro en la plaza Álvaro de Torres, y luego nos presenta a Ana de Orozco (la bella y desgraciada protagonista), de bien niña, yendo de la mano de su aya a la plaza del mercado de San Pablo, al Campillo de excursión, para ver el río Guadalquivir y a misa, con su familia, donde conoce a Rodrigo Dávalos (el malicioso protagonista) que le echará el ojo: primero, ganándose a su familia y, luego, a la agraciada joven, que se ha enamorado por primera vez del que será su marido; sin saber lo que se le venía encima… Se casan…; y él no espera ni un día para cambiar la piel de cordero por la de lobo: va cerrándole el cerco, sin que pueda visitar o ser visitada por su familia, ni siquiera dejándola salir a la calle… Ella, aunque tímidamente protesta, es zarandeada y tirada de los pelos, quedándose muy triste, mirando alelada hacia la plaza de San Lorenzo, donde oye nuevamente aquellas canciones de su infancia, con nuevas niñas que las cantan… Después se la lleva a otra habitación oscura (en el interior del palacio), donde le arranca la ropa, poniéndole un hábito negro y un reclinatorio… Como está “ida”, no oye los ayes de la aya, ni los llantos de las familias, ni las mentiras de su marido, ni las palabras del pueblo que afirman no haberla visto salir a la calle… Tampoco se llegan a oír, siglos después, los gritos espantados del albañil que la descubrió emparedada… La romancera anima al público a que cante las canciones de nuestra infancia, pues «algo debe haber pasado en la Casa de las Torres, porque mucho es el alboroto y el gentío…». En ese momento, Victoria Gullón es interrumpida por fuertes y cálidos aplausos, que hasta ella imita; aunque todavía no ha terminado su relato cantado, cuyos últimos versos casi olvida por la emoción (según ella misma nos refiere). Han quedado patentes sus muchas tablas y su enorme gancho para con el público…
A continuación, se prepara el estrado (con acompañamiento de muchos aplausos) para que el paisano Antonio Muñoz Molina, que ha estado sentado en la primera fila del público, junto a su hija, sea entrevistado por Alberto Román Vílchez para contarnos, de primera mano, sustanciosas historias personales y agudos análisis sociales y/o políticos…
Antonio conoció la leyenda de la Emparedada en la plaza de San Lorenzo, pues el mundo de los cantos y los cuentos orales perduró hasta mediados de los 60, donde se entremezclaba lo histórico con lo legendario. Luego llegó la radio, la televisión y el cine, con esas películas que oía o veía en el cine de la Cava… La historia base de esta leyenda era el cuento de Barba Azul, con ciertos elementos que cada escritor ajusta personalmente.
Dice que él mismo inventó el término ‘Juancaballos’, en lugar de ‘centauro’, que es su palabra culta, basándose en la huerta del caballo, cercana a San Lorenzo. Y comenta que estas historias estaban en todas partes y como al niño no le dicen (ni ve) la separación entre la realidad y la ficción… En Úbeda, desde que era pequeño, siempre se estaba hablando de la guerra civil, tanto en la huerta como en su casa, juntamente con otras historias: como la del falangista que huyó por los tejados y se escondió en un pajar, donde fue salvado por un miliciano (del que nunca supo su identidad), que fue el que dijo al resto del grupo: «Vámonos, que aquí no hay nadie», al notar que su horca pinchaba al perseguido… Todas las historias que se contaban en la aceituna, unas de hombres y otras de mujeres, eran universales, puesto que se cuentan en todas las partes del mundo…
Nos explica sus recuerdos de la tía Tragantía, cuando bajaba en la noche por el altozano, con aquellas preciosas luces que por entonces había en Úbeda (vistas y recuperadas en Holanda, donde él ha estado), además del frío y el miedo que pasaba…; así mismo, la historia de los tísicos (escrita en el Jinete polaco), que aprovecha para leerla con su propia voz ante el expectante auditorio, rememorando este barrio y su entorno rural cuando era niño y muchacho, convirtiendo esa historia (que tantas veces hemos leído algunos) en mitología…
Habla con delectación de su abuelo Manuel, refiriendo su carácter y su amor por contar historias. «Mi abuelo era un narrador furibundo. Contaba una historia en la que una noche iba por la calle Trinidad de Úbeda, cuando Alfonso XIII había venido con el general Primo de Rivera a nuestra ciudad, y se le acercó un hombre (que era el general Primo de Rivera) y le dijo:
—Perdone, ¿ha visto usted al Rey, a su majestad?
Y entonces su mujer (la abuela) le regañaba, diciéndole que no contase esas trolas… La carcajada general no se hace de esperar. También contaba su abuelo que, de pequeño, vivía en un cementerio y oyó que estaban desgarrándose las uñas, ya que habían enterrado a una mujer viva; y, cuando destaparon su tumba, estaba a punto de salirse… Así mismo, hablaba del doctor Negrín, Azaña, Gil Robles…, pues le tenía mucho amor a las palabras, y Antonio, como niño, se las oía pero no entendía a quién se refería. Su abuelo era mulero y, sin embargo, leía dos periódicos diarios y le gustaba mucho decir la expresión ‘la benemérita’ en lugar de ‘la Guardia Civil’…
Muñoz Molina aclara que hay unas historias que son espeluznantes y otras magníficas, y el porqué se contaban: «No hay ninguna cultura humana que no tenga canciones, relatos… para interpretar la realidad; y nosotros tenemos relatos para saber lo que pasó o lo que se ocultaba…». Recuerda aquellos largos y eternos veranos del cine de la Cava. Y nos desvela la metamorfosis de un escritor como él, que nace en una familia sin libros, pero que estaba rodeado de hablantes que le contaban historias orales (tíos, abuelos…), hablándole de la mili o la guerra; o también del relato base de la Pelada…
El escritor ubetense confirma que ha contado cuentos a sus hijos, pues a todos nos interesan esas historias, seamos niños o mayores, aunque refiere un solo caso raro que conoció: un niño, hijo de drogadicta, que no le interesaba para nada los cuentos ni escuchaba las historias…
Ante la pregunta de Román Vílchez sobre los picaportes que abren para arriba, refiere que estuvo de oficinista en la mili y eso le sirvió de excelente clave para un cuento policíaco…
Antonio cree que depende el que un cuento comprimido puede ser una novela o al revés. Así, un cuento que empezó como tal y se alargó demasiado, llegando a ser novela, fue La noche de los tiempos…; lo mismo le pasó al Quijote que nació como novela ejemplar. Y es que como el mismo escritor no sabe lo que va a ocurrir, necesita escribir esa historia…
Nos tranquiliza sobre el futuro de la tradición oral, diciendo que no hay que alarmarse ni ser apocalíptico; aunque exista Twitter y demás inventos de internet, el ser humano tiene derecho a contar tranquilamente ‑en 140 caracteres‑ para tener vestigios de que está vivo y es legítima la pereza…
Dice ver en los parques de Nueva York cómo llevan a los niños en carrito hasta ser demasiado mayores; por eso se pregunta si no sería mejor que sus padres los cogiesen de la mano y les contasen historias orales proporcionándoles mayor contacto emocional, que no lo dan las tecnologías; eso es la literatura: tener la sensación de que una voz te va contando cualquier deseo humano…
Y da sus claves de cualquier cuento: en su papel estructural tiene el simbolismo de viaje de la vida, un misterioso viaje; pero hay un núcleo central y siempre empieza por Érase una vez…, que se vertebra en todas las culturas y en todas las épocas y sociedades de todos los tiempos; lo que sorprende es que se parecen mucho, pues todas las historias se resumen en siete tipos…
Ante la pregunta: «¿Llevas mucho tiempo sin entrar en San Lorenzo?». Él responde: «Yo no he entrado nunca aquí de pequeño. Lo veía por el agujerito de la puerta grande». Y aprovecha para decir que critica lo que se hace mal y felicita lo que se hace bien. Por eso felicita a Mauricio Jiménez Larios, pues, en solitario, ha defendido a su barrio y a su amigo… Reconoce que gracias a gente común y particular esta iglesia no se ha hundido… Denuncia el poder cautivo de los políticos que no han protagonizado lo que quiere el pueblo y han hecho restauraciones insensatas: una ciudad es un tejido popular de hábitos y de interconexión de momentos, gente y paisaje estético. España tiene una historia nula de conservación racional o sustancial, y eso es preservar lo único, lo nuestro y autóctono para que venga gente que sabe, creando riqueza en nuestra tierra… Critica el residencial construido en lo alto de la ronda que lleva su nombre. Y se hace conciencia del valor práctico del patrimonio que nos ha llegado. Asegura que se pueden crear 9 000 mil puestos de trabajo (más que la industria del automóvil), sin contaminar, con la conservación del patrimonio…
Ante la pregunta: «¿Has conseguido tus sueños de niño?». Contesta: «Yo nunca soñé tanto; los sueños son graduales: primero hacer un libro, luego publicarlo, que se venda…; todo es gradual… Los sueños están sobrevalorados y, sin embargo, la realidad da muchas veces cosas más valiosas que aquellos…». Afirma que los sueños políticos de sus 20 años eran deleznables; y que estas muestras de cariño que recibe en su pueblo le caldean por dentro y las agradece.
Al preguntarle Alberto si está trabajando en algo, Muñoz Molina le contesta que sí; aunque la literatura es una afición incierta, pero promete presentar su próxima novela aquí… La espontánea ovación de la concurrencia suena largamente…
Para finalizar, Luis Foronda procede a la clausura, chuleta en la mano, pues dice «no tener la memoria de la narradora Victoria Gullón»; pero su verbo es inspirado y hace un canto poético admirable a Mágina y al arte de contar cuentos y leyendas antiguas ubetenses. Empieza con el Jinete polaco, con las mismas palabras que había leído anteriormente Muñoz Molina referidas a los tísicos… Hay gran expectación, pues augura que tras estos primeros quince años de participación, llenando de cuentos Mágina y sus calles y plazas, haciendo eterna nuestra memoria, vendrán otros quince y otros quince, mientras haya historias, escritores, voces… que contar; la vida nos lo dirá. Malión agradece profundamente a Antonio su presencia y le regala la mascota del festival: una Tragantita. El actual Príncipe de Asturias de las Letras la recibe todo emocionado. Luis, para terminar y en agradecimiento, escoge las mismas palabras que usaba el abuelo del anfitrión del acto: «Y no habiendo más asuntos que tratar, se levanta la sesión».
Toma nuevamente la palabra Nicolás Berlanga para augurar que prevé media hora de firmas y saludos, en la antigua sacristía de San Lorenzo, para que Muñoz Molina no se agote. Pero luego se convertirá en más del doble, pues aquella sala sirvió de confesionario laico al mogollón de amigos y seguidores que quisieron y pudieron acercarse para saludar al paisano triunfador de las letras, bien para que firmase ejemplares de sus libros o simplemente para saludarlo y/o abrazarlo; y, cómo no, para fotografiarse con él y así tener un legendario recuerdo que mostrar a familiares y amigos.
Óleo de la iglesia de San Lorenzo, realizado por Luis Juan Torres López, quien aparece en la penúltima foto de este artículo, hablando con Antonio Muñoz Molina.
Úbeda, 29 de junio de 2014.
Nota: Desde aquí, mi más sincero agradecimiento a Miguel Tejada Moreno por la cesión de sus cuatro magníficas fotos para este artículo.