A los que pudiera haber afianzado en sus posiciones materialistas con mis artículos precedentes sobre la bioquímica del amor y el materialismo científico, hoy les pido ayuda para esclarecer el siguiente enigma, a modo de parábola o de Denkexperiment. Una buena ocasión para rascarse las meninges este verano al borde del mar.
La parábola de los morfones
Estamos en una reunión. En la sala están conmigo un químico, un tipógrafo y un lingüista. Les presento un texto literario, escrito en una hoja de papel. Se trata de un poema de san Juan de la Cruz. Les pregunto qué ve cada uno en ese papel desde su punto de vista estrictamente profesional.
· El químico: Unas manchas de tinta, que es un cosalato de nosequé.
· El tipógrafo: Cuarenta «aes», treinta y cinco «bes», veintidós «emes», etc. y nos espeta la correspondiente estadística de frecuencias.
· El lingüista: Yo veo las estructuras gramaticales tales y cuales, tales fonemas, etc., y añade las estadísticas correspondientes.
Inmediatamente después, en una segunda hoja, presento al grupo un texto jurídico plúmbeo y les pido que determinen las diferencias entre ambos textos, siempre desde su mismo punto de vista profesional.
· Respuesta del químico: Unas manchas de tinta como antes. Para un químico no hay diferencia entre el poema y el texto de ley.
· Los otros profesionales: Se trata igualmente de caracteres gráficos y de estructuras gramaticales. Hay diferencias en las frecuencias estadísticas entre textos, diferencias que pudieran ser pequeñas: Y, si diferencia hay, no es cuantificable.
Reflexiones iniciales, que requieren amplificación y comentarios.
Todo lo que cada uno afirma desde su punto de vista es verdadero.
· Existe una innegable diferencia radical entre los textos, a la que no percibe el químico juzgando como tal.
Esta diferencia esencial entre el poema y el texto jurídico escapa a la perspectiva reduccionista de los otros dos observadores, si están confinados en su plano.
Es una diferencia que escapa absolutamente a la cuantificación (!).
· No se puede decir que lo que hace diferir los dos textos «no es nada», ni es puramente una fabricación de la mente humana. Es algo objetivo.
Es algo subsistente en sí, puesto que el poema de San Juan es el mismo sobre un papel, verde, blanco o azul. El mismo impreso o escrito a mano, por distintas personas, etc.
Pero parece ser que ‘este algo’ necesita aparentemente un soporte material para existir: un papel, o una voz que lo lea, o un soporte informático que lo registre bajo forma de secuencias binarias…
· ¿Pero necesita siempre un soporte material? A lo mejor es una realidad en sí, que diría quizás Platón. El teorema de Pitágoras, otra realidad inmaterial, no necesita un soporte material para existir. Es incluso anterior a su descubrimiento por Pitágoras. (Para los aficionados a las matemáticas recomiendo leer Pi in the Sky, de John Barrow, Little Brown and Company.)
El hilemorfismo de Aristóteles, que es la respuesta de la filosofía escolástica que estudiamos, ¿nos da una clave para aclarar este enigma? La materia prima es: neque quale, neque quantum… Mientras que lo que ‘informa’ a los objetos que nos rodean es la ‘morfe’. El hilemorfismo no nos basta; a mi ver, por ejemplo, cuando se trata de entes matemáticos, en la medida. Tendría razón Platón más que Aristóteles en la medida en que son ‘algo subsistentes’.
Para mi uso personal, yo admitiría que existen modos o categorías ontológicas de seres muy particulares, a las que pertenece la esencia del poema de san Juan de la Cruz. El texto legal sería otro. En esta categoría, entrarían los entes morfones, del griego morfe y on. Empleo ese neologismo, apoyado sobre la etimología griega, para no emplear el horrible barbarismo de estructurones. Lo que no me basta son los clásicos «entes de razón».
· ¿Qué englobo en la categoría morfones? El principio de no contradicción (A y no A). Las invarianzas y constantes de la Física. Las simetrías en Física. Las estructuras o arquitecturas de lo que es la vida… Todo ello merece una exploración más consecuente. Porque lo que precede en esta primera aproximación necesita, sin duda, categorización rigurosa, y una mayor profundización.
Todo ello hay que relacionarlo y encuadrarlo con algunas ideas a la base de la teoría de cuerdas (!‑?) y, sobre todo, con viejos recuerdos ya un tanto borrosos de Whitehead‑Science and the Modern World, Process and Reality, y quizás con Leibniz y Spinoza… Help!
Para terminar en el mismo orden de ideas…
· Los entes matemáticos ¿son anteriores o posteriores a Dios? ¿Es Dios autor de las matemáticas o está sometido también como nuestro cerebro a la intransigencia e inviolabilidad de las leyes matemáticas, y en particular de la lógica matemática?