Esto era una vez…
Un niño al que no le daba vergüenza casi nada… Siempre se echaba para adelante en clase, con su mano derecha levantada, para cantar o contar cualquier historia privada o pública. Su inocencia le hacía ver la vida de una manera distinta a muchos de sus compañeros que ya estaban más resabiados…
Disfrutaba mucho con la actividad física, y no era capaz de estarse quieto un momento, pues le impulsaban su poderío físico y su cerebro, que le hacían meterse, a veces “en camisa de once varas”; de lo que (luego) se lamentaba; pero pronto volvía a las andadas…
Necesitaba compañía y le gustaba mucho jugar y tener amigos y admiradores. Amaba la naturaleza y contar sus múltiples excursiones con todo detalle… Educación Física era su asignatura preferida, aunque las demás materias escolares las iba controlando y mejorando poco a poco…
Siempre fue muy comunicativo relatando todo lo que observaba, tal cual, sin darse cuenta que así se buscaba enemigos circunstanciales innecesarios…
Hasta que pasado un tiempo su mente y su cuerpo maduraron; aunque (a cambio) perdió lógicamente ese infantilismo vital que le caracterizaba, y que hasta sus dibujos delataban…
Se hizo mayor casi en un santiamén, como siempre él quería, encontrando el adecuado equilibrio entre el amor y la profesión que le colmaron de dicha; aunque desde siempre estaba con el ojo puesto en su hermana gemela (y viceversa…), que más madura que él, desde bien pequeña, le reñía y guiaba cariñosamente, aunque esto no le sentase nada bien…