Los puntos sobre las íes

«Los políticos blandos y confusos de la izquierda moderada, cómplices de los conservadores tercos y despiadados» (Krugman).

Me encontré esta cita del economista y me dio que estaba que ni pintada para aplicársela al inefable Zapatero y así aclarar de un plumazo lo que fue su gobierno. Sí; José Luis Rodríguez Zapatero (de acá en adelante ZP) padeció de estos males como mal fundamental y así le fue.

ZP fue un mediocre político, desangelado gobernante confuso (no hay más que ver aquello que le dijo Jordi Sevilla ‑«Yo te explico en una tarde esto de la economía»‑) y blando hasta la médula. Comparado con el animal político que fue Felipe González y que permanece en el recuerdo, no hay color. Surgió en una época en que esos monstruos desaparecieron; estamos en la era de los mediocres y eso explica todo. Su personal concepto de la política, optimista doctrinario que se cree que el deseo se ha de convertir en realidad por su mera virtualidad, con descanso en la fuerza del diálogo, del argumento como lógica de confrontación que debe demostrar la superioridad moral de sus ideas, le llevó a desconocer o no contrarrestar la feroz oposición que esos «conservadores tercos y despiadados» le montaron. Como ejemplo, aquello de la Alianza de Civilizaciones que, siendo buena idea sobre el papel, fue objeto de mofa.

Creo que lo anterior fue el gran fallo de ZP.

Ya, en la oposición, lo demostró. Creyó en eso de “leal oposición” y así lo practicó, no poniendo palos en las ruedas del gobierno Aznar. Hasta le facilitó los intentos de acuerdo con la banda ETA, sin alzar reproche alguno. Esto fue así, pero hay quienes se olvidaron o lo ocultan muy interesadamente, no exhibiendo más que el desliz de la bandera USA como un gran crimen.

Que se alzaba la era de los mediocres lo demostró Aznar, al nombrar a su sucesor. Está más que demostrado. Era un mediocre oscuro contra otro, en apariencia luminoso, pero de efecto bengala. Los sucesos del 11 M determinaron el ascenso de ZP y esto fue otro gran pecado original, nunca perdonado por la derecha, que pesaría como una losa en todo su gobierno. Se ponía en duda la legitimidad de su elección, sin tener en cuenta que fue democrática.

Con su “buenismo” como bandera, se lanzó al gobierno, de lo cual Maquiavelo se carcajearía. Muestra de su simpleza es el patinazo dado con el Estatuto de Cataluña (sin embargo, se aceptaron otros: el de Valencia, el de Andalucía, similares) al no marcarle al PSC y sus socios las líneas rojas que no podrían traspasar (y dejarle el juego sucio a los conservadores en el Constitucional). Todavía no comprendía que estaba ahí para gobernar en todo el Estado.

Y, sin embargo, fue el primer Presidente de Gobierno en formarlo paritariamente. Y he acá otra de las claves de su devenir: la gran influencia (creo que desde su propia esposa como tendencia) del lobby feminista. Desde su vicepresidenta hasta su colaboradora Leire Pajín, esa influencia fue manifiesta y marcó de ese color sus dos legislaturas. Más leña al fuego para una oposición feroz y altamente radicalizada. Pero de ahí salieron leyes que dieron alas y libertad a ciertos colectivos seudomarginados o tradicionalmente sufrientes: el plan integral contra la violencia de género, la ley de reproducción asistida, la equiparación legal del matrimonio para todos (gays y lesbianas incluidos), la facilidad de optar por el divorcio sin condiciones previas, la ley de plazos para el aborto (y la controvertida autorización a menores, sin necesidad del permiso de los padres), el efímero cheque bebé, intento de compaginar la vida familiar con la laboral… Iniciativas, normas y leyes que chocaban radicalmente con los deseos y doctrinas de la Iglesia Católica (a la que, sin embargo, concedió el mejor régimen económico de la democracia) y sus seguidores más reaccionarios. Gasolina abundante para prenderlo en la hoguera de la iniquidad.

El tropezón absurdo del nombramiento de Bibiana Aído (del clan de los de Alcalá de los Gazules, poderoso en Cádiz), con sus tonterías mediáticas, dio desprestigio a esa política civil de sus gobiernos.

Hubo otras leyes que hoy no se quieren recordar, como la ley de dependencia, la subida del salario mínimo interprofesional (¡en doscientos euros!), el permiso de conducir con puntos, una primera reforma laboral que potenciaba los contratos indefinidos… Y acciones contundentes como la intervención en la huelga de controladores, la primera vez que en democracia se declaraba el estado de emergencia.

El intento de cerrar el capítulo de ETA se lo entorpecieron estos y los otros (no volveré sobre lo que ya escribí al respecto); ahí ya no valía para la oposición eso de ser “leal”, y se llevó la maldición eterna de quienes ahora se desligan también del que fue su partido de la derecha. Y todo además se vino al traste en su segunda legislatura. Véase, durante casi todo su transcurrir en la oposición y en el gobierno, su popularidad fue muy por encima de la del candidato de la derecha; mas los acontecimientos se precipitaron y ese hombre de la izquierda demostró, entonces más que nunca, ser “blando y confuso”. No supo o no quiso afrontar la crisis y las presiones de forma creativa (porque el Plan E era de por sí un fiasco y un fracaso) y equitativa, tal que se echó en manos de la oposición para iniciar unas reformas económicas capitalistas y no tuvo empacho en deshacer sus propias leyes laborales y en modificar, sin diálogo ni publicidad, la Constitución.

El giro, espectacular, no le valió desde luego para salvar sus naves.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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