Cadencias

Ya escribí algo sobre lo que vuelvo a incidir, pero le saco al tema alguna idea nueva.

Y es que, por ciertas circunstancias, debo realizar con frecuencia el viaje desde Úbeda a Almería, alternando la carretera con el ferrocarril. Y, claro, no hay color ni comparación posible.

Que un viaje en ferrocarril siempre es evocador de sensaciones, emociones, sentimientos diversos desde la hora y punto en el que este medio de transporte se inventó… Literatura al respecto hay de sobra. Pues, aunque las condiciones y circunstancias hayan cambiado, en el fondo la situación es la misma.

Mucho más parecida esta situación actual a las ya pasadas en el tramo de línea que va desde Linares‑Baeza a la capital almeriense. Es un viaje en el tiempo.

No hay comparativa posible con las otras líneas y que, raudos, enlazan capitales importantes. La velocidad manda. Y encerrados en sus magníficas unidades de transporte, insonorizadas y perfectamente calibradas para que no se note ni un mal traqueteo, apenas disfrutan del viaje, entendiendo esto por la contemplación del paisaje, que sí que se les ofrecen otros supuestos más en consonancia con la vida moderna y los negocios de sus pasajeros. En los trenes‑bala actuales, lo que prima es la rapidez. Pero se pierde la magia a la que yo pido nos asomemos…

Como el trayecto mencionado sí conserva parte del sabor de antaño, se puede pues reinventar y evocar esa magia antigua del viaje en tren. Aquí manda el trazado y su velocidad, totalmente opuestos a los anteriores; no en vano se hizo en orden a los intereses de los caciques agrícolas y mineros del XIX (¿cómo entender, si no, el que las estaciones y apeaderos se encuentren bien alejados de las localidades por las que pasa el tren?).

La vieja ley del espacio/tiempo ¡qué verdad verdadera! Cuando me encuentro dentro del vagón Talgo, donde se logra cierta insonorización, quedo inmerso en una especie de burbuja irreal. Me explicaré. Cuando me coloco los cascos que proporciona el mozo (y que siempre cojo, porque van en el gasto) y sintonizo la música del canal del convoy, paso a otra dimensión. Combinan en mi mente ‑vía sentidos‑, espacio, tiempo, música, imágenes, tal y en conjunto armónico, pero a cámara lenta. Hay una irrealidad total en el suceso. Y os juro por Toutatis que ni voy fumado ni bebido. Pero esa música me va transportando, como el tren, lentamente entre los enormes barrancos, colinas y montes agrestes, los espartizales o las hiladas de olivos de este paisaje de entre sierras jiennenses, por el canal histórico hacia el sudeste. Y van girando, en orden inverso, los planos ópticos, el cercano hacia mi derecha y el lejano hacia mi izquierda, en giro de carrusel geográfico, armónico y acompasado a la música que oigo.

Se sucederán las planicies escasas con las barrancas, siempre enormes, sean de Jaén, Granada o Almería, tremendos desniveles salvados por la ingeniería del hierro del siglo XIX. Viaductos espectaculares. El suave traqueteo, compensado, no altera la vista ni la concentración de lo inaudito.

De estas ramblas y montañas, podrían surgir otra vez los moriscos alzados en su colérica supervivencia, los buscadores de minerales del prehistórico tiempo, los airados jornaleros pidiendo tierra y libertad… Pero la música no lo permite.

Lento y placentero es el viaje (para quien no tenga el mal de la prisa) que permite tal ensoñación. Compases e imágenes se suceden a cámara lenta, permitiendo el recreo y la inversión. Somnolencias.

Aquí no hay ni gran ni alta velocidad. Por no haber ni tramos electrificados en parte de la línea. Aquí hay un tren del siglo XIX con apariencia de serlo del final del XX (que no del XXI). Pero ello permite lo descrito, lo cual no va incluido en el precio. Porque no se paga, al contrario que en esos trenes llamados “de lujo o de época”. Mas no es cosa de darles ideas, que no tardarían en cobrarnos esa demasía.

Suenan en mis oídos notas imperecederas mientras el convoy da su gran curva (una de tantas) logrando que el paisaje baile al lento compás del tema musical, mostrándose en su solitario discurrir. Un cortijillo decrépito se va fundiendo entre colinas de guijarros y espartizales, mientras el tren ataca el paso del camino de hierro aéreo que los ingenieros decimonónicos lograron colocar entre estas serranías del este andaluz.

La televisión del vagón emite una peli… ¿Es que no hay otra cosa que ver u oír?

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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