Paso junto a un aula de primaria y veo “castigados” ‑de pie, junto a los armarios‑ a dos niños. Me conocen desde primero. Me miran y sonríen. ¡Somos amigos! ¡Sí!, se puede ser profesor; pero también se puede ser “amigo” de los alumnos. Amigo quiere decir que estimas, comprendes y aceptas a esa persona como es y a la que le has regalado amor («Dios es amor»): importancia y mirada a su favor…
Lo que me puso triste es que en primero estaban también en la pared; y en segundo… ¡Oh, Dios mío!, en tercero, siguen… Algo no funciona.
¡Ojo!, por muchos medios nuevos ‑tableta, ordenador, ipad…‑ de que dispongamos, que son admirables, sensacionales, no podemos olvidar que educar (educere, ‘conducir’) es un concepto que está por encima de la mera transmisión de conocimientos, porque es algo esencialmente propio de la persona humana, sin quitar un ápice a la gran importancia de enseñar. Es más…: se complementan.
Estos niños con dificultades, “difíciles”, ¿qué tienen? Pues, de estos que yo vi, en uno opino que existe una gran carencia afectiva; o sea, de cariño y amor a su persona. También una autoestima baja: se cree de poca valía… ¡y lo ha hecho Dios! Una imagen de sí mismo pobre y no nítida. No sabe bien cómo es, cuáles son sus dones, sus puntos fuertes… y se encuentra un poco desorientado en ese mundo escolar en el que “tiene que buscarse la vida”, a veces implícitamente rechazado o mal visto por compañeros u otras personas.
Al otro, un niño inteligente, bueno, sensible, con genio, lleno de energía, impulsivo, le cuesta un poco controlarse. ¡Se le ha de reconocer esa valía, su liderazgo, sus capacidades…! Y hay que estar de su parte: ¡a favor!
¿Dónde están los conocimientos de la psicología de las edades, imprescindibles para ser profesor‑educador? ¿Se estudia esta materia en los actuales estudios de magisterio?
Pero, luego está lo principal: la sensibilidad y los valores humanos (virtudes) del profesor. Este no es un técnico. Debe ser alguien muy formado, primero como persona, en los valores éticos y morales. Después, como profesional, en todos los conocimientos de pedagogía, psicología, didáctica, materias específicas…
La educación ha de ser algo vocacional. Hay que poseer unas características concretas para poder ser educador. Después, cada nuevo maestro se ha de ir formando ‑dejándose ayudar‑ por otras personas más experimentadas o con mejor formación. Porque, amigos, aquí no jugamos con lotería, ni con productos de compra, ni siquiera con temas científicos; no. Aquí tenemos en nuestras manos a personas que, pasados unos años, serán adolescentes, jóvenes y adultos. Y, si fracasamos en esta tarea, puede haber consecuencias realmente importantes y graves. Ahí están los chicos “fracasados”, de colegio en colegio… ¿Es que son demonios?, ¿son malignos o, más bien, personas con dificultades, ciertos desequilibrios carenciales, conflictos, etc., a los que no se les ha ayudado cuando convenía?
Aunque no es un tema fácil, es preciso decirlo: la primera ayuda a estas personas es QUERERLOS; darles gratuitamente nuestro amor.
¿Cuál era la predilección de Jesús?: los pecadores (y comía con fariseos y pecadores). ¿Cuál ha de ser nuestra predilección como educadores?: los que tienen dificultades y problemas.
Predilección para los que tienen más carencias diversas (inteligencia, equilibrio, saber…); para los más pobres de capacidad; para los que casi nadie quiere… Ahí está Cristo.