31. Al calabozo

Siendo las siete de mañana y estando todavía junto al brasero, el inspector llama a un guardia municipal y le da órdenes (en voz baja) para que me vaya con él. Estoy tranquilo, pues pienso que no es para nada malo. Ha estado lloviendo toda la noche (pues hay numerosos charcos); incluso ahora cae una persistente lluvia. Nos dirigimos hacia el extremo sur del pueblo y nos paramos ante un caserón. Es la cárcel. Llama el guardia. Nos abre el carcelero y los tres nos dirigimos hacia una puerta cerrada que hay en la planta baja, adonde el guardia me conmina a entrar, encerrándome con cerrojos y llave.

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