Hoy quiero relatarles el último de los múltiples eventos que se han celebrado en mi seno, antiguo solar donde mi ilustre fundador, don Diego de los Cobos, reposa: la Capilla del Hospital de Santiago de Úbeda (Jaén).
En mi larga historia, he sido testigo de múltiples acontecimientos (unos gloriosos y alegres, otros tristes y ominosos…) que me han hecho fuerte y senequista; aunque, en mi más íntimo haber personal, destacaría principalmente tres: nunca podré olvidar que, en la Guerra de la Independencia, el ejército francés me convirtió en ignominiosa cuadra de caballos y recuas con el fétido olor a excrementos animales…; o cuando, en nuestra incivil guerra del pasado siglo, me destruyeron, cambiando mi fisonomía y enseres para siempre…; y el último ataque perpetrado a mi primigenio origen fue la desacralización de mi ser religioso, transmutándome en auditorio y sala de conciertos, cuando la democracia ya estaba asentada en España, con gran dolor de mi corazón; aunque, con el devenir del tiempo, haya tenido la oportunidad de asistir ‑como privilegiado observador‑ a los mil y un actos que en mí se han realizado.
Por eso, cuando en esta fría noche de diciembre, siendo la festividad de la Inmaculada Concepción y disfrutando casi todo el país de un largo y merecido puente, se presenta en mi escenario el grupo HESPÈRION XXI, dirigido por Jordi Savall, compuesto por él mismo (como intérprete del rebec y del rebab); Dimitri Psonis (oud, santur y guitarra morisca); y Pedro Estevan (percusiones) causándome suma alegría… Nada más verlo, gracias a mi memoria fotográfica, me he acordado que ya pasó por estos lares, dejando honda y grata huella.
Hoy asisto embobado al concierto que nos ofrece, pues se ha completado todo mi aforo, ya que desde que se supo que venía a Úbeda, la expectación y aceptación han sido máximas… Ya antes de empezar la función, mientras abren las puertas, la educada gente que viene a sentarse en mis butacas hace cola ordenada que circunvala el patio santiagués contiguo, mostrando paciencia y expectación a partes iguales…
Compruebo que me han ornado, cual noche de fiesta, con unas potentes luces indirectas, de color rojo, apuntando al escenario que lo hace aún más acogedor y entrañable; además de las límpidas luces que alumbran mis originales balconadas y artísticos techos de bóvedas baídas y de cañón… Noto al público ansioso de que empiece la función pero, no obstante, espera pacientemente a que salgan los tres componentes del grupo y vayan ofreciendo esa delicada música antigua que ha sido recuperada para los oídos humanos y los míos; pues aunque trato de disimularlo, también yo vibro intensamente como cualquier melómano que está sentado en el patio de butacas.
Los tres componentes van vestidos de negro, distinguiéndose Jordi Savall por su roja bufanda y el percusionista por sus blancas y luengas barbas. En sus manos, vislumbro a un sumo hacedor de música antigua, rediviva hoy, en este epicentro cultural ubetense, que es aplaudida una y otra vez…
En la segunda pieza, Jordi Savall explica sentidamente que quiere dedicar la siguiente a Montserrat Figueras (su querida esposa, fallecida hace un tiempo) con lo que suenan melancólicas melodías en honor de su memoria ‑como brillante vocalista y fundadora, que fue, de este grupo‑; pareciendo, por momentos, que los tres instrumentos y, especialmente, la percusión quieren soslayar la honda tristeza que todos sienten por haber partido su alma, demasiado pronto, de este mundo sinfónico‑melódico del que ella tanto supo beber y sostener…
La instrumentación que, al final de la actuación, Jordi Savall nos presenta es una maravilla: tanto sus nombres como sus orígenes hacen volar mi imaginación por esas tierras de Oriente y Occidente, del norte o del sur de nuestra querida España; cuyos nombres me sé de memoria porque me retrotraen a otros tiempos remotos en que nuestro país tenía rica mezcolanza de culturas, religiones y modos de vida…
Observo la alegría y el contento de todo el público cuando ha acabado el concierto, pues se pone en pie y aplaude cálidamente, agradeciendo el fruto de su actuación y, a la vez, pidiendo ‑cual pobre hambriento a la puerta de una iglesia‑ una nueva limosna musical que llevar a sus oídos en esta festiva noche decembrina. La magnanimidad del grupo y su director no se hacen esperar, pues premian a todos ‑entre los que me incluyo‑ con dos bises, dulces como el caramelo… El primero se refiere a un príncipe prisionero…, rescatado de unos manuscritos orientales del siglo XVII…; el segundo, con sonidos y temas griegos que delatan su origen…
Ya la gran noche se ha consumado y compruebo ‑con renovada tristeza‑ cómo intérpretes y público me abandonan, pues otros quehaceres, diversiones o descansos ocuparán su tiempo, en tanto voy adormeciéndome, poco a poco, mientras van retirando del escenario los originales y antiguos instrumentos… Ya, el portero de esta casa madre viene a apagar las luces, para que pase la noche soñando con esta últimas vivencias musicales a las que he tenido la suerte de asistir; por ello, no he querido dejar pasar la ocasión de contarles a todos ustedes, amables lectores y/o melómanos, este inolvidable concierto de música antigua ‑enmarcado en el XVI Festival de Música Antigua ÚBEDA Y BAEZA‑, donde diferentes tradiciones musicales: sefardí, armenia, arábigo‑andaluza, de Alfonso X El Sabio… han conformado un universo sonoro que pervivirá en mi memoria ‑y en la de todos los asistentes‑, ya que he podido contemplar y comprobar cómo Jordi Savall ha entablado un eficaz diálogo musical y salvador entre Oriente y Occidente; y que lo presentó en Úbeda para triunfar…
Úbeda, 8 de diciembre de 2012.