La muerte es blanca y duerme de costado. Vive entre
los vivos, entre árboles frutales. Permanece
atenta a las plegarias de los hombres que van
o vuelven de los campos, discretos, silenciosos,
con las cuentas rodándoles en los dedos gastados.
La muerte oye llover sobre los vivos y oye
llorar sobre los muertos. Observa a la muchacha
que canta mientras lava y tiende los sudarios.
Sabe que en pocos días será su nueva joya.