El padre Theotonio: un hombre bueno

Me ha extrañado que nadie haya reparado en una pequeña esquela funeraria aparecida el domingo pasado en el diario “El País”, donde se registra el fallecimiento de Vicente Theotonio Cáceres, un jesuita inteligente, tolerante y, sobre todo, buena persona.

Su etapa de Magisterio que, como sabéis, forma parte de la formación académica de un jesuita, discurrió en nuestra Escuela de Magisterio de Úbeda. Su timidez y humildad no impidieron descubrir una gran humanidad y una inteligencia brillante y progresista, sin exhibicionismos. Como “maestrillo” de la 1.ª División, llegó a ser un gran amigo de todo el que se acercaba a él. Era el padre Theotonio un auténtico confidente para quien traspasase la rígida disciplina de horarios y comportamientos. Su complicidad, siendo nuestro inspector, hacia el robo de palomas en el que nos confabulamos todos los alumnos del curso, es un ejemplo de prudencia y mesura.

Tuve ocasión de conocerle más a fondo como consecuencia de sus más o menos frecuentes visitas a Linares, donde estudiaba ingeniería técnica y no sé si también trabajaba en Santana un hermano suyo, buen amigo mío y gran persona, que se hospedaba en la Residencia del propio Colegio de la Safa en Linares.

Comenzaba yo a soltar amarras respecto a la religiosidad asfixiante que habíamos padecido en el colegio. Y recuerdo su novedosa, para mí, interpretación del infierno con aquella distinción tan jesuítica sobre la virtualidad de un infierno que nunca existiría, porque su existencia supondría una auténtica contradicción entre un Dios padre y un Dios verdugo (esas eran sus expresiones).

A mi pregunta sobre la sexualidad prohibida a los sacerdotes por su voto de castidad (el celibato opcional al que él se refería) ponía el acento en las dificultades que se desprendían de la soledad y, en menor medida, en las premuras del sexo.

La cercanía personal de este tiempo hacia el padre Theotonio hizo que conociese una faceta de gran ternura como hermano mayor protector y consejero (o “aconsejador”, que no es lo mismo), él que era tan serio e introvertido; de paso sirvió para, posteriormente, seguir su carrera como profesor universitario. Efectivamente, al llegar a Valencia me enteré, no sé por qué medios, que había ingresado como profesor en la Escuela Superior de Técnica Empresarial Agrícola (ETEA) de Córdoba (luego Facultad de Ciencias económicas y empresariales) donde fue director y profesor de derecho tributario y laboral desde 1968 hasta el 2000, convirtiéndose en un profesor de referencia de la Facultad.

Desde mi Cartagena de adopción, aunque con el corazón puesto siempre en Andalucía, envío mi profundo sentimiento a la institución de la Safa de Úbeda, a los antiguos alumnos que lo tuvieron como inspector (recuerdo ahora a Montoya, Acosta y Montoro del 61), a su hermano, de quien perdí la pista tras mi traslado a Valencia, y especialmente a mis compañeros de la promoción del 63 con quienes el padre Theotonio mantuvo una relación de respeto y cariño, como el que demostró conmigo.

Siempre lo llevaré en mis recuerdos como un hombre afable y equilibrado, dispuesto a ayudar y hacerte la vida menos ingrata. Poseía una bondad natural por la que merece la pena este pequeño homenaje en forma de recuerdo agradecido.


Noviembre de 2012.

jafarevalo@gmail.com

Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

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