Vendedora ciega junto a la fuente

En cestos como cálices antiguos,

las rosas, las granadas, los albérchigos.

Deja el agua su música correr

tan lentamente, tan pobre, tan dulce,

como la voz quebrada de la ciega

que ofrece su riqueza perfumada

y parece que llora. No posee

nada más que las frutas y las rosas

y su voz, como el agua, quebradiza,

y unas manos delgadas que conoce

la piel de las monedas sin rozarlas.

juralopez42@msn.com

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