Cuando, en lugar de miedo, teníamos fe

19-12-2011.

Leo tu escrito en estos días propicios a la ternura y el sentimentalismo. Entorna uno los ojos y su mente se llena de voces y personas que se fueron para siempre. Subido a la tarima del estudio, con su pelo al cepillo, sus ojillos miopes y sus mofletes sonrosados, recuerdo al padre Marín: sonriente, dicharachero, cargado con un montón de papeletas para la rifa de Navidad. El primer premio era nada menos que un cerdo de ocho arrobas. En palabras de hoy, estado de bienestar y economía sostenible para toda la familia durante un año. ¡Menuda lotería!

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