24-10-2010.
El miércoles, 20 de octubre, Pepe Aranda recogió a Antonio Lara en el aeropuerto de Barajas y se lo llevó a su casa, en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Descansaron y, al día siguiente, viajaron hasta Sabiote, donde Pepe tiene su antigua y paternal casa, a la que tenía que oxigenar y calentar, para poder pasar el día y la noche de manera tolerable. Pero, tras esta preparación, se vinieron a Úbeda, a comer, para añadirme a la visita sorpresa que querían hacerle a Enrique Hinojosa.
Una vez realizada la comida, me llamó Pepe por teléfono, y quedé con ellos en el Club Diana. Mientras nos tomábamos un café, Pepe llamó a Ángeles, la mujer de Enrique, para preguntarle si su marido estaba en condiciones de podernos recibir. Ella dijo que no había problema. Así que me recogerían a las diez de la mañana del día siguiente, para realizar la visita a nuestro querido amigo y asociado, en Alcalá la Real, que está a unos 130 km de Úbeda.
Llegamos a las doce del mediodía y lo primero que hicimos fue acercarnos a una floristería, que está en la misma calle de nuestro amigo, para organizar y regalarle un ramo de flores llenas de cariño, donde incrustamos un décimo de lotería (al que ya le ha tocado el reintegro solamente).
Llamamos, y uno de sus hijos nos abrió la puerta sonriendo, al oír a Pepe decir:
—El florero…
Subimos al piso y saludamos, uno a uno, al asombrado padre, quien no paraba de llorar, totalmente emocionado y sorprendido.
Poco a poco, el encuentro fue llenándose de paz y amor, según Enrique iba suavizando la intensa emoción que le había producido la inesperada visita. Nosotros teníamos pensado comer en un restaurante, pero ellos no nos dejaron. Ángeles ya había preparado, discretamente, una excelente y variada comida, que realizamos en su casa de campo, a unos cinco kilómetros de Alcalá, adonde nos fuimos con ellos y dos de sus hijos, para “rematar la faena”.
Disfrutamos mucho con el reconocimiento del lugar, con el ambiente y con la conversación. A eso de las cinco de la tarde, nos volvimos para Úbeda, porque teníamos que juntarnos con Paco González Chamorro y Stephan de Vos, para cenar. Y, mira por donde, en la terraza del bar estaba con ellos Sebastián López González. Charlamos y reímos, hasta que Sebastián se despidió, porque uno de sus hijos llegaba de Gijón y tenía que estar con él y disfrutar también con su visita. Que, por esa razón, no asistiría a la Asamblea.
Y, al poco rato, un personaje se me queda mirando (porque me reconoce y yo también) y, cuando me doy cuenta de su mirada cariñosa e intensa, me levanto, me acerco y lo saludo afectuosamente.
—Es que te he visto y me ha parecido que estabas con un conjunto de safistas.
Pero no había reconocido a Antonio Lara, su compañero de curso, que estaba sentado de espaldas a él. Cuando se lo indiqué, Diego Martínez Bustos, ex alcalde de Villanueva del Arzobispo, maestro de la Safa y compañero inolvidable, se emocionó aún más. ¡Y no digamos cuánto, su compañero!
Después llegó su mujer, que estaba comprando en una tienda próxima, y nos saludamos efusivamente. La despedida fue rápida, porque su presencia en Úbeda se debía al velatorio de un amigo.
El matrimonio villanovense se fue y nosotros proseguimos el encuentro; hasta que, a las once y media de la noche, nos despedimos, yéndose dos para Sabiote (Pepe y Antonio), dos para el mismo hotel (Paco y Stephan) y dos a su casa (Tony y yo).
Al día siguiente, nos volveríamos a ver en la Safa, antes, en, o después de la Asamblea. Pero eso lo contaré más adelante.