11-10-2010.
Nunca estuve de acuerdo, amigo Cirno, con aquellos que vocean destempladamente la gloria de los dioses y los engaños de los hombres. Nadie es culpable del todo de sus ruinas y de sus cobardías. Sólo aquellos que olvidan voluntariamente la palabra otorgada y faltan a su juramento merecen la censura pública.