Por Manuel Jurado López.
XI
Dentro de nada estaré golpeando
la puerta del silencio.
¿Quién vive?
Detrás ya no hay palabras:
un vaso de cristal con nardos
de otra época, una foto, una carta
y el abismo profundo del vacío.
Antiguos Alumnos de Magisterio SAFA (AAMSU)
Por Manuel Jurado López.
XI
Dentro de nada estaré golpeando
la puerta del silencio.
¿Quién vive?
Detrás ya no hay palabras:
un vaso de cristal con nardos
de otra época, una foto, una carta
y el abismo profundo del vacío.
Por Manuel Jurado López.
V
Ahora ya no pienses
que es hermosa la tarde
que se muere.
Se muere y nada más.
Es una muerte escénica,
con la teatralidad
vienesa de una ópera
al aire libre, en Bregenz,
junto al lago dormido.
Por Manuel Jurado López.
III
Hay días en los que es mejor quedarse en casa
I
Soy un hombre con huecos, con ausencias,
con barba de seis días, despeinado,
ante un montón de libros
indefensos que hace ya muchos meses
que tenía que haber puesto en su sitio.
Por Manuel Jurado López.
Y volverán las dudas.
Yo llegaré con flores
-las mismas que otras veces-,
tú guardarás silencio
-las palabras no tienen
razón de permanencia-,
haremos las maletas,
dejaremos las llaves
de nuestro apartamento,
llamaremos un taxi
y cada cual se irá
con su amor a otra isla.
Por Manuel Jurado López.
ESPEJOS
Es posible que las puertas secretas
no oculten más misterios que la vida.
Ni el cielo ni el infierno –ni la muerte-,
solo la vida en su crudo milagro;
sin profetas, sin himnos: sucesión
de espejos similares, con el rostro
cambiante de un hombre que se despide,
poco a poco, de sombras parecidas.
En el último espejo, cederá
la puerta y una torre de ceniza
se vendrá al suelo con un soplo
y lamerán las olas su silencio.
Por Manuel Jurado López.
TESORO
No sé si existen las mujeres
dormidas como estatuas,
diosas del oro sorprendido
en su placer metálico.
Por Manuel Jurado López.
CUENTO INFANTIL
La calle que nos lleva hasta la Luna
no es de plata ni de bisutería;
no es la gran avenida de los cuentos
por donde van los duendes y las hadas.
Es una calle negra, un ancho tallo
de sombra que acaba en una flor pálida
que devora los sueños de los niños.
Por Manuel Jurado López.
ABRIL
La primavera,
la muerte, una mujer encinta
mirando el horizonte
por si vuelves de nuevo,
como vuelven los náufragos,
las lágrimas o los viejos deseos.
La primavera,
una isla distante,
una mujer con flores,
un niño –junto al luto-
que no sabe leer el epitafio.
Por Manuel Jurado López.
DECLARACIÓN
En este asunto –un tanto delicado-
habrá que ir por partes. Bien, de acuerdo:
no soy el que esperabas. Tengo arritmia
-no mido bien los versos-, luzco ojeras
profundas en el alma, dessoneto,
no plancho mis camisas y no marco
las pausas, se me ha agudizado el asma,
herencia del tiempo de la humedad
de tus labios, de tu melena limpia.
Por Manuel Jurado López.
XVI
El sol, en su caída,
hundía sobre el mar
su castillo de fuegos
-¡cuanta luz roja!-,
la piel de mil naranjas
y un derrame violáceo
de cuerpo de doncella.