Las islas inventadas, 06

Por Manuel Jurado López.

 

ABRIL

La primavera,

la muerte, una mujer encinta

mirando el horizonte

por si vuelves de nuevo,

como vuelven los náufragos,

las lágrimas o los viejos deseos.

La primavera,

una isla distante,

una mujer con flores,

un niño –junto al luto-

que no sabe leer el epitafio.

 

 

SOBREMESA

Los huesos de cerezas en el plato,

tus ojos soñolientos,

mis lentes sobre el hule pegajoso,

unas moscas cansinas,

tus hombros bronceados y desnudos,

mis manos perezosas,

el rumor de las olas, enervante.

Unos vasos con vino. Tenedores.

Tus labios entreabiertos,

mentirosos; mi mirada indefensa.

Un silencio con filo

de cuchillo.

 

PUÑALADAS

Eran ojos hostiles, pero hermosos,

con la pupila exacta, penetrante

y acerada de las aves rapaces.

Soberbio, le sostuve la mirada.

Sus ojos iban rectos a rajar

el agua turbia de mi sueño. Ojos

con lunares de plata y azabache.

Dentro había peces y palabras sueltas.

Estaban en un rostro macilento,

con ojeras y sombras sucesivas.

Yo no quise evitar que me mirara

y, por siempre, quedé hecho su esclavo.

Caminaré tras ellos hasta el reino

de las alturas negras de metales.

juralopez42@msn.com

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