Por Manuel Jurado López.
ESPEJOS
Es posible que las puertas secretas
no oculten más misterios que la vida.
Ni el cielo ni el infierno –ni la muerte-,
solo la vida en su crudo milagro;
sin profetas, sin himnos: sucesión
de espejos similares, con el rostro
cambiante de un hombre que se despide,
poco a poco, de sombras parecidas.
En el último espejo, cederá
la puerta y una torre de ceniza
se vendrá al suelo con un soplo
y lamerán las olas su silencio.
SERPIENTE
Prefiero la punzante
inquietud de la duda.
La verdad es tan fría
como los llamadores
de las viejas casonas
o el trallazo que suena en las espaldas
del bosque de los nombres.
No soy nada dogmático.
La verdad viste a veces
un lenguaje vacío.
Con desnudas palabras,
destila su veneno
en la boca reseca
de los que la pronuncian.
Si me muerdo la lengua,
me convierto en serpiente.
MATASELLO
No me puedo creer nada de lo que dices:
tu periodo en la cárcel, tu exposición de óleos,
tu visita al infierno, tu naufragio, tu amor
por mí, tu enfermedad, tu grave enfermedad
que te tiene sumido en un silencio pálido,
tu intento de suicidio, las deudas que me otorgas,
tu milagro de panes y peces sin escamas.
Demasiada paciencia he tenido contigo
y he guardado por ti muchos años de luto.
Todo lo que tu carta me anuncia y me desvela
me es difícil pensar que lo escribió tu mano.