Las islas inventadas, 12

Por Manuel Jurado López.

 

V

Ahora ya no pienses

que es hermosa la tarde

que se muere.

Se muere y nada más.

Es una muerte escénica,

con la teatralidad

vienesa de una ópera

al aire libre, en Bregenz,

junto al lago dormido.

 

 

VI

Le ha estallado en las manos

el libro de las lágrimas

oscuras de Leopardi

y se ha puesto perdido

de palabras de luto.

 

VII

Todos los hombres sueñan

con remar junto a Ulises,

para volverse locos

y decir la verdad

desde el silencio.

 

VIII

En las lentas tardes de octubre,

con ese olor a nueces y tijeras,

a navaja y a viento tormentoso,

los enfermos aguardan el milagro

de ver que las espinas

se convierten en pétalos.

 

IX

Tirez sur le pianiste.

Disparad, disparad

sin miedo, que no os tiemble

el pulso. ¿Quién hilvana

los vanos pensamientos

con hebra de granate,

suspiros de la muerte?

 

X

Llega el dolor como baja la niebla

de los montes; lentamente se expande

por el cuerpo maltrecho o la muralla;

cada rincón se empapa de un sabor

a corcho y medicinas. Se oyen voces

desde el lado secreto, familiares

a veces, desconocidas: oráculos

que predicen cómo serán las horas

que quedan para el alba deslucida

y cuándo llegará la embarcación

fúnebre con remeros silenciosos.

juralopez42@msn.com

Deja una respuesta