Por Mariano Valcárcel González.
Llegan con furia y retiran un cartel que pone “ni una más, ni una menos” y lo sustituyen por una foto del Jefe del Estado.
Lo importante en esa acción no es verdaderamente que deba colocarse la fotografía del Jefe del Estado (en este caso a título de Rey), considerada de más importancia que el deseo de que no asesinen, que no continúe la lista de mujeres asesinadas aumentada día a día (casi hora a hora); presencia del Jefe del Estado, en persona o en efigie, la hay por doquier y no tiene mayor peso que falte en algún lugar; lo que sí que tiene importancia, suma importancia, es que se dé por cosa corriente, rutinaria, la muerte de tanta mujer a manos de un machismo descerebrado y retrógrado que no se siente satisfecho o realizado en su locura, si no es acabando con la mujer con la que convivió, o convive o pretende convivir en exclusiva dominación. Lo grave es que, ante el deseo de evitar esas muertes, se anteponga, por mero símbolo de negación, una foto.
Lo grave es que esa acción representa el poder.
El poder que quieren mostrar quienes apelan al “ya hemos pasao” guerra civil y vengativo como seña de identidad; y como tal seña y distinción impongan una sustitución imposible: unas muertes por una foto. Y un poder que se manifiesta además sustituyendo por las bravas, porque así lo quieren y no han de tener en cuenta, ni desde luego consultar la opinión, el acuerdo o desacuerdo, de los que antes estaban y antes colgaron el cartel.
Pura retórica de la imposición que también se dio y da en otros casos y zonas, en otros tiempos y en los actuales, con otros actores y ahora con estos. El lenguaje, que no la dialéctica, del radicalismo excluyente.
Estamos acostumbrados a que, quienes sustituyen a sus anteriores, traten por todos los medios de borrar todas sus huellas, sus referencias.
Se empieza por tontunadas en apariencia, por ejemplo en esa chiquita a la que le viene grande que su amigo o pareja haya alcanzado alguna cota de poder y decide, así por las buenas, que el despacho del que se va a convertir en mandamás ha de redecorarse. Esto se ha hecho con demasiada frecuencia y a casi todos los niveles, y no se han limitado a colocar alguna foto familiar, algún paisaje que les sea querido y los reconforte, algún detalle muy personal, sino que se han cambiado cortinas, pintura, suelos y muebles completos (todo ello a costa del erario público y nunca barato).
Que si se trata de ocupar estancias familiares es lógico que se eliminen elementos de uso y disfrute muy personal, como cosas de baño, de cocina, de los dormitorios… Pero reformarlo todo… Se critica del actual inquilino de Moncloa que lo primero que quisiese hacer fuese cambiar el colchón de la cama de matrimonio… Desde luego este personal, y los demás, no han estado acostumbrados a dormir donde hubiere cama y a saber quiénes habían dormido antes y lo que ahí hubiesen hecho; mas así hemos vivido los más que hacíamos migraciones laborales y a Dios gracias. Y tan bonicos que nos andamos, que no se nos pegó más que ese fluido intangible que ronda, confiriéndoles carácter de vida y vivencias reales a los lugares de tránsito y parada.
Este vicio nacional, de borrar todo lo que fue del antecesor, se lleva mucho también en la política local. Al menos en mi pueblo, donde por sistema se anduvo en alternancias sistemáticas, hoy yo o mi partido y mañana tú o el tuyo, que en estos relevos se contemplase cambio y mudanza de las obras y realizaciones o dictados que cada equipo de gobierno anterior había dejado o terminadas o a medio terminar.
Que ¿ampliabas tú el acerado de cierta calle?, pues que lo modifico yo y santas pascuas; que ¿contratabas tú a más jardineros?, pues de inmediato los despido yo y así todo.
Parecería que lo que se hacía en un día se deshacía en una noche, cual hilo de Penélope, y así desde luego las obras y las ejecuciones o normativas nunca avanzaban y, al contrario, retrocedían en ese continuo hacer y deshacer. Cosa que a todas luces cansa a la ciudadanía, que ve el juego infantil que se traen los ediles, cansa a quienes desearían tener proyectos sólidos en los que emplear los recursos y deja en nada el dinero público utilizado en cada ciclo.
Pues lo que hasta ahora venía sucediendo en mi municipio (rota la alternancia ya, se verá si es positiva la estabilidad) observo que se va a continuar en Madrid, por ejemplo. Que aciertos y desaciertos ha cometido la anterior corporación, en su gobierno, pero se ve venir que primero van a irse los que llegan contra todo lo más llamativo y emblemático de los anteriores, en un deseo indisimulado de enterrar sus huellas cuanto más profundamente mejor.
Como no se obra con criterio del bien común (pensado, consultado, debatido y votado), sino en el de la propia ideología teñida de revanchismo, se irá contra todo o casi todo (que lo que signifique dinero y beneficio empresarial se potenciará, como la ampliación hacia el norte); ahora eso del Madrid Central pues… (y lo de la contaminación, luego se verá).
Y sustituiremos leyes y discursos, incluso cambiando objetivos y terminologías (esto es muy importante, la marca con la que se vende y se compra) por la fuerza de los chantajes, los cambios de cromos y sillones, y la mera imposición chulesca y radical.
Siendo esto lo que se vislumbra y ya se hace, no esperemos milagros ni aunque se les pidan a una virgen con fajín de general.