Por Fernando Sánchez Resa.
Antonio Espadas me enteró de que me estuvo buscando por Úbeda sin poder encontrarme, ya que llevo casi dos años en la Sevilla de mis amores familiares, con el fin de que le hiciese el comentario escrito correspondiente para el programa de mano de su exposición. He comprobado que su nieta Tíscar Espadas lo ha hecho mucho mejor que si yo lo hubiese realizado, por lo que le doy la enhorabuena, ya que sabe mostrar en él un entrañable intimismo, trufado de su incondicional amor de nieta, enamorada del buen y bien hacer de su abuelo, y que nos pone en antecedentes de lo que significa esta magnífica y colosal exposición de Antonio Espadas Salido, “Los paisajes del alma”, puesto que con ella viene a aportarnos, tanto a Úbeda como a cada uno de sus ciudadanos o visitantes, un caleidoscopio de imágenes urbanas y campestres de nuestras ciudad -y algunas poblaciones o paisajes próximos- que formarán un rosario de vivencias que brotarán en cada uno de sus visitantes, cual rosas de diferentes colores, haciendo revivir su pasado archivado en el hondón de la memoria; constituyéndose, al fin, en postales genuinas de un artista que no ha querido indagar en otras latitudes ni modos artísticos distintos, pues ha permanecido fiel a lo que su retina, su memoria y sus preciadas manos le han dictado al unísono, cual música celestial enhebrada de luces, sombras y colorido de la Úbeda de sus sueños; que son, precisamente, más que realidades tangibles y cambiantes, según sepa apreciar cada visitante y observador de su obra.