Por Mariano Valcárcel González.
El señor Gobernador del Banco de España, el de todos los españoles, advertía de las nefastas consecuencias que habrá de tener la subida del SMI (salario mínimo interprofesional) en la economía nacional. Tal vez se refiere a la economía, versión ganancias, que habrían de tener las empresas; incuestionable que las pequeñas y medianas podrían tener algunos efectos en la cuadratura de gastos y beneficios siempre que se mire solo a esto último como intocable.
El señor Gobernador (me figuro que se han de tener bastantes méritos para serlo) juega con ventaja, o al menos maneja datos y supuestos que nada tendrían que ver inicialmente con la subida del SMI; por ejemplo, sabe este alto funcionario que se barrunta una nueva depresión en la economía mundial, europea y española. Si esa depresión llega a materializarse y llega a mayores consecuencias, ya tiene el señor Gobernador a quien echar la culpa como uno de los factores principales de la regresión. Con antelación se pone la venda de modo descarado.
Así que seremos muy malos si subimos los sueldos a los trabajadores que menos ganan.
Lo que cobre el Gobernador del Banco de España no creo que sea una bagatela, que se le cubrirán con holgura los gastos básicos, vamos, poder comer él y su familia, tener luz en su vivienda (si no es una oficial, que entonces no habrá de preocuparse), calefacción, ciertas comodidades, pagar los seguros de su vehículo particular (pues el oficial corre por nuestra cuenta), los colegios y estudios de su progenie si la tiene, etc. Al menos, no se andará con estrecheces, las que acosan al común.
Y si pensamos en el retiro o pensión que habrá de obtener, ni qué decir… Si es destitución del cargo, por lo menos una indemnización gorda se llevará, para que no sufra su corazoncito ni su bolsillo; que los duelos con pan son menos.
Gracias a sus conocimientos y los datos que le suministran sus subordinados, este señor ha llegado a la conclusión de que los españoles y las españolas ahorramos poco; peor, que no ahorramos nada. Todo un descubrimiento ché.
Creo que hay una ecuación sencilla o algoritmo -que ahora es moda subordinarlo todo a los algoritmos-, que nos muestra que a menores ingresos y más gastos nulo balance positivo. Si los sueldos son precarios y los servicios básicos aumentan su costo, poco ha de quedar en el arca familiar para guardarlo. ¿Quiere el señor Gobernador que se ahorre cuando no se cobra un salario decente?, ¿quiere el señor Gobernador que se ahorre cuando los costes energéticos imprescindibles están por las nubes y además se les aplica un demencial IVA?, ¿quiere el señor Gobernador que por ahorrar comamos como el hidalgo del Lazarillo de Tormes, que no comamos, que no nos permitamos un capricho, un regalo, un desahogo de vez en cuando?, ¿quiere indicarnos que el disfrute de la vida solo le está reservado a él y a otros como él…?
¿Y para qué ahorrar…? La cigarra y la hormiga, el día de mañana… ¿Han servido para algo estas previsiones a los que por ahorrar demasiado, por invertir y aumentar ese ahorro han sido engañados y se han quedado estafados?; ¿de qué les sirvió tanta racanería y tanta previsión? Los intereses bancarios no existen para el dinero en depósito, si se quiere optimizar ese dinero -que rinda-, ha de arriesgarse en inversiones cada vez más inestables y volátiles (y solo quienes tienen mucho dinero a mano o a crédito pueden acceder a ciertas operaciones bursátiles o inversoras). ¿A qué viene entonces lo del que no se ahorra?
Debe creernos tontos de capirote cuando presenta una cuestión, la del SMI, y su contraria, la del ahorro. Las dos son, por mera ejecución, incompatibles. Si niegas la primera es imposible la segunda.
Sí, hay que incluir en este tema la cuestión del consumo y la actividad productiva, comercial y por ende económica. Si no hay capacidad de consumo, pues no llega el salario, todo lo demás sobra; sobra el ahorro, sobra el comercio, sobra la producción de bienes y servicios que no se pueden pagar… ¿No se entera todavía este preclaro señor de una cosa tan sencilla como esta?
Me temo que es que no se quiere enterar.
Estas élites ya no viven en nuestras esferas cotidianas, no están en nuestros terrenos ramplones del día a día (incluso hora a hora), del acoso inmediato de facturas, recibos o impuestos, de tener que alimentar y alimentarse, vestir y vestirse. Vivir. Estos sujetos y gentes viven en sus castillos o torres de marfil, ajenos a lo que queda debajo de su trono o mirador. No conciben la vida, sino a su medida, y ni siquiera son capaces de ejercer el mínimo esfuerzo de imaginación (o no imaginación, de verificación real) que les muestre cómo viven los demás, los que han de subsistir bajo las condiciones que él; y a los que sirve imponen meramente para poder seguir en sus cielos, en sus esferas paradisíacas.
Por ello siguen, él y los suyos, insistiendo en lo irrazonable, en lo injusto y, peor todavía, en lo que sí que nos llevará tarde o temprano al no retorno. A ellos sí que les aplicaría ese SMI que tanto denuesta, a ver hasta dónde les llega su sabiduría. Venga, que el movimiento se demuestra andando, valientes.