Aracena, 1

Por Fernando Sánchez Resa.

Y llegó el día esperado (sábado, para más señas) en el que un nutrido y escogido grupo de convecinos del Distrito Casco Antiguo de Sevilla íbamos a ver cumplido nuestro sueño y deseo: viajar gratuitamente a Aracena (de unos 8000 habitantes), con una inmejorable y joven guía turística, Violeta Lobo Ballesteros, que siempre estuvo atenta para que todo saliese a las mil maravillas (como la gruta que íbamos a visitar algunos voluntarios), en esa población serrana del norte onubense que forma parte de Sierra Morena. Esa jornada aumentó considerablemente su población con el aluvión de visitantes que allí nos presentamos, haciéndonos aracenenses o cebolleros por unas horas, gracias al atractivo turístico que tiene esta población para todo viajero o turista que se precie.

En la Rotonda de la Barqueta, nos concentramos los afortunados para viajar, a las nueve y media de la mañana, en dos autobuses, pues la demanda había sido prodigiosa. El aliciente era obvio: afamada gruta, monumentalidad destacable, jamón de jabugo, setas, miel, queso…; y, encima, todo ello aumentado por celebrarse, en este enclave serrano, su XXIII Feria del Jamón y del Cerdo Ibérico, como referente del turismo gastronómico nacional y de fama internacional. Aunque los pronósticos del tiempo eran nefastos, no llegaron a cumplirse, pues estuvimos casi todo el día con una temperatura ideal, sin lluvia que nos molestase. Solamente cuando montábamos en el tren turístico, sobre las 17:30 h, fue formalizándose este meteoro que tanto beneficio da a la tierra sobre la que se posa y que, a veces, algunos desagradecidos no saben valorar.

En poco más de una hora, recorrimos los casi 91 kilómetros que separan Sevilla de Aracena, tras haber pasado lista, colocado al personal en ambos buses y hecho las advertencias oportunas, como en todo buen viaje que se precie, nuestra amable Violeta.

Íbamos pletóricos de ilusión y buenas esperanzas. Unos, ya conocían la población y la feria del jamón en pasadas ediciones; mientras algunos, como yo, teníamos las expectativas intactas, esperando pasar un día agradable y provechoso.

Llegamos a Aracena sobre las once, pues la salida de Sevilla se produjo a las diez. Las charlas y buen humor reinaron entre los excursionistas.

El programa era de libertad absoluta hasta las 19 h, en que nos montásemos de nuevo en los autobuses para volver a casa. Mi esposa y yo lo haríamos en otro diferente al de ida, puesto que tuvimos la mala suerte de que nos tocasen dos asientos no bien anclados que en caso de frenazo o accidente hubiéramos saltado por los aires o algo peor.

Lo primero que hicimos, la mayoría, fue dirigirnos al Pabellón Ferial Ciudad de Aracena y a sus carpas adyacentes, para visitar los distintos puestos en los que había toda clase de género, especialmente autóctono y de calidad, aunque siempre buscando saborear el producto estrella: el jamón ibérico, marca indeleble de esta ciudad.

Algunos visitaron el Museo del Jamón, además de los garitos o bares que se terciaran. Otros, compraron con largueza las ofertas que se le ofrecían por doquier. La comida cada cual se la montó a su manera: de tapas, con bocadillos…, o en toda regla.

Nosotros optamos por una buena comida, en un restaurante de la cuesta que da acceso a la Gruta de las Maravillas. ¡Qué mejor lugar para tomar jamón y setas de temporada! Por eso, Restaurante Casas nos ofreció un menú exquisito: plato ibérico de bellota 5J, gurumelos, revuelto de setas; y de postre: natillas con azúcar caramelizada de la casa, que estaba para chuparse los dedos. ¡Una auténtica gozada…!

Después estuvimos deambulando por sus calles (y de paso gastando calorías) y viendo sus más destacados monumentos. Nos recordaba mucho, sus suelos enchinados, a las calçadas y calceteiros de Portugal. También su trazado urbano y el inmaculado encalado de sus viviendas. Todo lógico, por la vecindad de tantos años.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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