¡No me gusta…!

Por Fernando Sánchez Resa.

Desde que el hombre se asentó sobre la Tierra y fue creando edificios y obras artísticas y urbanísticas loables, su agresión o destrucción ha sido continua. Así lo han hecho, a lo largo de la historia, todas las civilizaciones y culturas conquistadoras sobre las vencidas. Pero es que, demasiadas veces, ha sido la propia cultura o civilización la que ha acometido -contra ella misma- tamaño desacato o desafuero mediante sus hijos, nietos y descendientes que, bien de modo pasivo -dejando que la incuria y el tiempo los marchiten-, bien por medio de la picota o la remodelación mal entendida se han convertido en destructores activos del legado patrimonial de sus antepasados, haciendo intervenciones o destrucciones urbanísticas nefastas, por mor de una modernidad mal entendida.

Estamos en una época en la que parece como si el feísmo se hubiese apoderado del gusto de algunos arquitectos o remodeladores de edificios o espacios públicos, queriendo convertir Úbeda, nuestra ciudad renacentista por antonomasia, en otra cosa, en aras de los nuevos tiempos que corren. Eso es lo que ha ocurrido con la nueva remodelación minimalista de la Plaza de Santa Clara y del antiguo cuartel de la Guardia Civil de Santa Clara que perteneció a los Condes de Gavia.

Ya ocurrió, en repetidas ocasiones, en nuestra ciudad: la desastrosa actuación de la Plaza de Andalucía, antigua Plaza Vieja o del General Orduña (como la llama Antonio Muñoz Molina en su universo literario sobre Mágina), pues quienes debieron preservar una plaza en plano inclinado del siglo XIX la destruyeron en aras de un mal proyectado y ejecutado aparcamiento subterráneo, pues los tiempos así parecían demandarlo. He podido comprobar (viajando) cómo en otras ciudades españolas o extranjeras no han tenido que provocar tamaño destrozo, pues lo han hecho con mayor inteligencia y cordura.

Pero es que hay otros muchos ejemplos: la requete-remodelada Plaza de los Olleros; la nefasta iluminación que le insuflaron al ayuntamiento ubetense con la instalación de las “cajas de zapatos” posadas en sus cornisas… Otro ejemplo, demasiado palpable, fue la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares que le lavaron la cara en su claustro e interior, tras los desastres ocasionados por algún arquitecto anterior, transmutándola en otra iglesia distinta a la que era y que la generación de mis padres y la nuestra conocimos antes de que estuviese cerrada veintiocho años. Además de la ristra de protestas que los Caballeros Veinticuatro ubetenses tienen en su haber, durante un largo período, sobre los desaguisados urbanísticos efectuados en la “Ciudad de los Cerros”. ¿Qué decir del bodrio de fachada y vaciamiento de los actuales juzgados que encima se auto premiaron…? No sé si, en esta ocasión, han salido estos aguerridos caballeros andantes ubetenses del siglo XXI a la palestra protestando por ese nuevo desastre urbanístico que prima hoy en día en demasiados lugares, cual si fuese un desierto, con su mobiliario moderno importado de otras ciudades o latitudes, como si en Úbeda tuviésemos que mimetizar lo que otros hacen mal.

En Úbeda, por desgracia, como ha ocurrido en otras ciudades (alias Sevilla, a la que cada día conozco un poco más y mejor), las destrucciones y malas intervenciones se han cebado en ellas provocando una pérdida de patrimonio importante y, muchas veces, irrecuperable. Y lo peor es que muchas de ellas se podrían haber evitado, pero las nuevas generaciones que no las conocieron en su autenticidad terminan por aceptarlas mansa y gustosamente…

Por eso quiero dejar mi humilde y sincera protesta de ciudadano de a pie al ver que demasiadas veces no se gestionan correctamente ciertos arreglos y nuevas actuaciones urbanísticas, exclamando fuerte y claro:

—¡La remodelación de la Plaza de Santa Clara y el antiguo Cuartel de la Guardia Civil no me gusta…!

Nota: las fotos son gentileza de Francisco Javier Torres López y Jorge Burgos.

Sevilla, 11 de septiembre de 2018.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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