Una “mijita” de gracia torera, 1

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

I.- EL ASTURIANO.

Se acercan las fechas de la feria y aún no están confeccionados los carteles. Javier Fernández, un asturiano, hijo de minero e ingeniero de minas, ha dicho que se va. La culpa la tiene su salud, ese don de Dios que solo se valora cuando se pierde. Ha demostrado que es capaz de fajarse con los toros más bravos y encastados de la feria, aguantar sus gañafones, exprimirlos hasta el último pase, y abandonar la plaza sin una voltereta, ni tomar el olivo una sola vez.

Como en las grandes tardes, se han parado los relojes. Se retira; dice que no cuenten con él para la fiesta, y todos los españoles sufrimos, con su marcha, la pérdida dolorosa de un gran hombre, de un compañero, de un amigo, de una buena persona. Se va un torero de una pieza, un socialista de palabra, y un caballero a carta cabal. Ha despachado a los ejemplares más bravos de la corrida, llevando al toro cosido a los vuelos de su capotillo, para evitar la arrancada descompuesta, el derrote cobarde y la cogida aterradora. Su breve paso por la gestora del partido pasará a la historia como un ejemplo de hacer las cosas bien. Como Dios manda. Podría decirse que, un caballero de Mieres volvió a Ferraz para inventar el toreo, llamar a la unidad y procurar que los intereses del partido encajen con los de España, como debe ser.

Se va sin un mal gesto, sin perder ni un momento los buenos modales ni la buena educación. Ya no quedan toreros así y no será fácil encontrar el diestro que le sustituya, para que nos devuelva la fe en la democracia, la confianza en la política y la ilusión de contar con gobernantes inteligentes y honrados, como él. Siento una noble y sincera admiración por este hombre que, en apenas unos meses, ha demostrado que la inteligencia y el valor en la política son tan necesarios como en el arte del toreo. Le admiro por ser un hombre que no necesita levantar la voz ni insultar al adversario para convencer. Le admiro por su inteligencia y por su honestidad; por servir a sus compañeros de forma sencilla y generosa, sin codicia ni egoísmos personales. Y le admiro, también, por saber escuchar al adversario, por carecer del cerrilismo de otros y por no tener la soberbia del tonto.

roan82@gmail.com

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