La dictadura de Franco supuso un envilecimiento de la vida política en España. Todos los partidos fueron proscritos y sus dirigentes, especialmente los republicanos, socialistas y comunistas, fueron perseguidos, encarcelados, depurados, fusilados o, quienes pudieron, exiliados. El socialismo y la socialdemocracia, que eran representados por el PSOE, se mantuvieron mal que bien en Francia y en México, fundamentalmente, aunque la desunión y la falta de entendimiento entre sus principales líderes les condujo hacia la irrelevancia fuera de España y, sobre todo, en el interior de nuestro país. El miedo y la confusión fueron elementos que terminaron por destruir cualquier atisbo de renacimiento de las ideas socialistas o socialdemócratas.