Por Manuel Jurado López.
XI
Pocas cosas necesita la noche
para encender su enjambre de luciérnagas
en el bosque colgante del espacio.
XII
Jardines modernistas, descuidados,
blancas escalinatas
de mármol fúnebre
donde dejan los pájaros marinos
los cuadernos de sus navegaciones.
Dentro están los fantasmas de la vida,
los cofres sin alhajas,
las huellas de los besos vegetales,
de las largas traiciones
bordadas con el punto de cruz,
encerrados bajo siete silencios.
XIII
Ciudades interiores
que crecen como niños
escuálidos y lentos,
ciudades diminutas
dibujadas en libros
de anónimos autores.
Frágil arquitectura
como cristal de conchas,
ciudades asomadas
al verde corazón
de las praderas.
XIV
Es como la dulzona
salmodia de profetas:
lluvia que empapa
palacios y laureles
y llega a las raíces
del árbol de camelias,
y besa los mohosos
rostros de las estatuas
que rodean las pérgolas
cubiertas de rosales.
XV
Ah, sí, aquí están los amigos
de las palabras huecas,
de vistosas colonias de adjetivos
y esqueletos parlantes,
las bandadas de aves
que buscan los pequeños
crustáceos escondidos:
el festín de las aves
en los restos de espejos
quebrados por las olas,
en las páginas verdes de los libros.