Las islas inventadas, 02

Por Manuel Jurado López.

 

V

La memoria incendiada,

enloquecida, hecha polvo:

pavesas por los aires,

un castillo de fuegos,

los libros humeantes,

volátil testimonio

que acaba en el olvido.

 

VI

Los poetas menores

-vagas luces homófonas-

tienen mucho de santos

de compañía,

humildes legos,

líricos sacristanes

con hábitos raídos

por la tijera seca de la rima:

sin un hermoso verso.

 

VII

Tras la lluvia: las hojas,

los ramajes quebrados,

las islas como pétalos,

el aire que destila

un tiempo milagroso,

como un aceite pálido

o un leve manto malva

para envolver la tarde.

 

VIII

El tiempo no es la historia de la historia:

es un silencio lento y prolongado,

analfabeto y ágrafo,

perverso vínculo

que atribuye la luz a la ceniza

y la ceniza a un fuego de palabras,

porque las olas vuelven a nombrarte.

 

IX

El viento siempre acoge:

la arena, los chubascos,

los restos de la espuma,

los diminutos pájaros

que vuelan como insectos;

y las locas cometas

con los hilos perdidos

de seda azul cobalto.

 

X

Acerca al corazón

la mano de la lluvia

y escucha su goteo

de perlas o ciruelas

pequeñas, como lágrimas

que se hacen archipiélagos.

juralopez42@msn.com

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