¡Aquellas tiendas de comestibles…!

Por Fernando Sánchez Resa y su padre.

Nunca podremos olvidar aquellos establecimientos en los que se vendían comestibles a granel, como un cuarto de kilo de azúcar, un cuartillo de vino tinto, un real de pimiento “molío”, una gaseosa de la Revoltosa o Los Cerros, medio litro de aceite de oliva… Allí, el cliente, era atendido amablemente por el comerciante, ataviado con su mandilón característico, si no tenía a nadie por delante, o debía esperar su turno pacientemente, mientras se departía amigablemente y se conocían, en profundidad, las noticias más novedosas del barrio y los chismes más apetitosos…

El mobiliario, el espacio interior y los escaparates eran muy diferentes a los que ahora nos encontramos en similares establecimientos. Había un mostrador de madera que separaba al público comprador del comerciante, en donde posaban distintas máquinas o utensilios para mejor llevar a cabo el servicio de venta: una báscula de dos platillos y varias pesas de hierro en gramos, un corta‑bacalao, un aparato para medir el aceite fraccionado, el papel de estraza para envolver el producto, el tonel o caja de sardinas arenques, las orzas de aceitunas… También pendían del techo dos cuerdas que sujetaba una vara o caña larga donde se encontraban enrolladas varias tripas de chorizo, morcilla, longaniza, salchichón, jamón…; así como varias cintas sueltas y pegajosas donde las moscas agonizaban, prendidas en sus propias patas… Esta clase de tiendas proliferaban en todos los barrios ubetenses a mediados del siglo pasado. Después, se modernizaron y las medidas higiénicas fueron más severas.

En el centro de Úbeda, se encontraban las más famosas: Lechuga, Albandor, Juan Ramón Jódar (que todavía resiste, titánicamente remozada) y otras muy tradicionales. En los barrios aledaños, estaban las de tradición familiar: los dos hermanos Simón López “Ojetillo”, la Felisa, Pepe Redondo, María “La dentona” y muchas más… Todas son historia, pues desde que las grandes superficies se instalaron en Úbeda arrasaron este tipo de comercio, a pesar de que la mayoría de estas tiendas de alimentación se constituyeran en cooperativa para frenar el avance del futuro que iba a llegar. Muchas de estas pequeñas tiendas han esperado para cerrarse a la jubilación de sus propietarios, ya que sus hijos no han querido seguir esa tradición familiar, costumbre que antaño había en Úbeda.

Dos de los últimos y afamados negocios que cerraron sus puertas fueron: “Juan Barranco”, en los soportales del Paseo del Mercado, por jubilación, transformado hoy en “Taberna Misa de 12”; y la centenaria tienda de ultramarinos “Antonio Lechuga”, en los portalillos de la Corredera de san Fernando, que siguió la misma suerte, siendo hoy una lujosa y moderna zapatería.

Nuestra familia también tuvo tienda de barrio en la calle Llana de San Nicolás, n.º 29, durante dieciocho años, y guardamos en nuestra memoria múltiples vivencias y anécdotas de ese extenso período comercial en el que no teníamos horarios, pues se abría los 365 días del año (como algunas tiendas de los chinos actuales) y a cualquier hora, ya que la competencia era feroz. Con solo decir que en la misma calle estábamos tres tiendas de ultramarinos: la de Paco, en la plaza del pilar; la del Chato Costales, exactamente más arriba de la nuestra, y la de Manuela, que era la de nuestra familia. Y las tres salíamos adelante con dignidad, a pesar del escaso margen de ganancia con que jugábamos, pero podíamos ganar una peseta (que era la moneda de entonces), con la que ir alimentando a nuestra familia… ¡Qué tiempos aquellos…!

Siempre hemos sentido una gran pena cuando un negocio desaparecía…, pues es duro aceptar que a lo que ha tenido tanta vida y alegría le haya llegado el cumplimiento de la inexorable ley natural: «Todo lo que nace muere…».

Por eso, a cualquier persona de cierta edad, cuando se acerque a comprar en cualquiera de los grandes establecimientos que nuestra ciudad posee, como Mercadona, Carrefour, Lidl…, le asaltará la memoria olfativa, auditiva y visual de aquellas tradicionales tiendas de comestibles (también llamadas de ultramarinos) que, con sus característicos y genuinos olores, colores y sabores, le harán revivir tiempos remotos que le inocularán un poso de nostalgia y melancolía al rememorarle aquellos felices y antiguos tiempos, que jamás volverán…

Úbeda, 8 de septiembre de 2016.

Fernando Sánchez Cortés y Fernando Sánchez Resa.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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