Mi enhorabuena

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Lo peor no es equivocarse; lo peor es seguir equivocándose, porque no se admita tal equivocación. Lo peor no es fantasear; lo peor es cambiar la realidad para trocarla en fantasía. Lo peor no es odiar; lo peor es llevar el odio hasta el absurdo de perjudicarse uno mismo. Lo peor no es saber; lo peor es creerse que lo que uno sabe es dogma irrebatible. Pues todo ello lo concita en sí Julio Anguita, “El Califa”, antaño secretario general de Izquierda Unida (invento suyo para enmascarar al tradicional Partido Comunista). Julio Anguita y su idea fija, tal llamada “El sorpasso”…

La inquina entre el socialismo y el comunismo es vieja como la escisión de la Internacional Socialista en estas dos corrientes surgidas del marxismo. Diferentes interpretaciones que fueron tomando caminos cada vez más divergentes y actitudes de enfrentamiento y exclusión, salvo acercamientos ocasionales y de conveniencia. Circunstancias trágicas, como nuestra guerra civil, dieron lugar a ciertos acercamientos y, sobre todo, a un enfrentamiento último y suicida, con utilización de las armas, hacia el final de la contienda.

Que no han sido, precisamente, camaradas bien avenidos, se siguió constatando cuando, ya en la transición, hubo acuerdos en el área local para formar ayuntamientos (y descabalgar a la derecha franquista), pero no en el ámbito nacional. El momento clave en esta atonía fue cuando el socialismo felipista arrasó en las elecciones del 82. El partido comunista advirtió con horror cómo los socialistas los desbordaban sin apelación posible (y se sabe que bastantes militantes comunistas o rompieron sus carnés o se pasaron con todo su equipamiento al PSOE triunfante y gobernante). Fue la gota que derramó el vaso del rencor, aparentemente dormido.

Y ahí surgió Julio Anguita.

Rumió el cordobés la forma de compensar esta afrenta, de ir recobrando terreno, y de llegar a un estado o situación tal que fuese inevitable “El sorpasso”… Sin embargo, Felipe González se mantenía convocatoria tras convocatoria y, con ellos, su poder e influencia, sobre todo en los territorios ya dominados del ámbito local. Sin embargo, tiempo al tiempo, se diría el profesor comunista ‑y desde luego no le faltaba razón‑ que el poder desgasta y corrompe y no iban a ser menos afectados los socialistas. Causas habría, pues, para socavar el edificio.

Para acelerar el proceso tan deseado, Anguita no dudó en aliarse con la derecha, con lo más duro de la misma y, desde luego, con sus medios de desinformación, sus periodistas a sueldo y favores, con conspiradores de mesa camilla y columna, o artículo semanal, con opinantes de radio que ladraban más que argumentar y, sobre todo, que aprovechaban los fallos y deslices del socialismo gobernante, no solo para denunciarlos sino para tergiversarlos y magnificarlos. Todo en aras de ir deteriorando a González. Todo se utilizó en una guerra sucia (y una de sus excusas fue, precisamente, la guerra sucia del gobierno contra el terrorismo, cayese quien cayese, incluidos elementos actores de esta guerra).

Hubo unos momentos en los que Julio Anguita creyó tener ya a mano la fruta madura. En Andalucía, ya habían puesto contra las cuerdas a los socialistas y eso era muy significativo, dado que Andalucía era (y todavía es) el granero de votos de estos. Andalucía se mantuvo, pero Felipe González cayó en el 96…

¡Y las ganancias de tanto trabajo concertado se las llevaron las derechas de Aznar, al que, de esta forma, le facilitó la victoria suficiente para gobernar, el comunista Anguita! Y gobernó ocho años, sobre todo con poder absoluto los cuatro últimos; y de todos nos son conocidas las consecuencias, aparte de meternos, mintiendo, en una guerra, de tipo económico y social que ahora sufrimos, pero que tuvieron su origen en ese mandato.

Sí, ese fue su efecto y la ganancia del comunismo… Dejó pasar a la derecha, pero no acabó con el socialismo. Y el comunismo y sus marcas fueron languideciendo, secretario general tras secretario general. Pues otra carencia que tenían (y tienen) era la de un liderazgo sentido por las bases y por posibles votantes.

Y ahora lo mismo.

Vio Julio Anguita ascender un nuevo amanecer que se prometía fulgurante. Observó con placer que lo motivaban deseos de cambio radical, a veces muy justos en sus demandas, aupados y alimentados por la desastrosa deriva socioeconómica que sufría el país. Además, ese movimiento, al parecer imparable, lo dirigían jóvenes teóricos del más puro marxismo/leninismo que renegaban (¡como él!) del socialismo apesebrado, e incluso que habían sido militantes comunistas que se alejaban de la estructura avejentada y caduca del izquierdismo. Eran promesas que él, “El Califa”, podía aleccionar, aconsejar, dirigir, en el más puro sentido del sumo sacerdote, del profeta siempre iluminado. Lo hizo. Acogió a los discípulos en su seno, que corrieron emocionados hacia él. Lloraron juntos.

Era el momento para intentarlo de nuevo. Tenía el instrumento necesario y eficaz para lograrlo. Superadas las elecciones de diciembre, como ensayo previo, solo había que ir a inevitables y deseadas siguientes… La derecha, ¡cómo no!, resultaba una eficaz ayuda con sus campañas de intoxicación (mejor cuando se dirigían hacia un PSOE que entraba en horas muy bajas). Caería el socialismo, como fruta madura. El marianismo se hacía don Tancredo, frotándose las manos, a la espera de la destrucción mutua de estos y a la vez de aquellos. Pero esta maniobra no la juzgaba peligrosa “El Califa”. Porque era indudable que había llegado su hora. “El sorpasso”, sin más anestesia. El socialismo detrás del comunismo. La leche.

Todo se cumplió como antaño. Ni hubo sorpasso ni avance real para el izquierdismo, pero sí el de la derecha. La derecha más recalcitrante, insolidaria, corrupta. Enhorabuena, señor Julio Anguita. ¡Ah, pero es que, según el profeta, hay que esperar la buena nueva cuatro años, y entonces…! Tal vez eso sea el justificante de la actitud última, tan nula.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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