Sentido y “densibilidad”

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

La melancolía asociada a la tristeza es el camino cierto hacia la depresión, la desesperanza y la posible destrucción del individuo.

La melancolía, sin embargo, ha sido campo abonado para el semillero poético. A veces no se ha entendido la composición poética sin ese factor melancólico, tal y de tal fuerza, que se ha venido a equiparar poesía con melancolía.

No tiene que ser así; no ha tenido que ser así ni ahora ni antes. Pero, en el cliché establecido popularmente, la una siempre ha sido indisoluble a la otra. La falta de cultura literaria está en la explicación del fenómeno. Existieron (¿existen?) escuelas literarias, modas también, tendencias, según los tiempos y las necesidades y, por lo tanto, también han existido (¿existen?) diversos géneros poéticos. Acercarse a los mismos es labor pedagógica, para lo que no hay ni tiempo ni ganas, y también labor personal; entonces se podrían descubrir verdaderos hallazgos, curiosidades, variaciones y variedades de diversos poetas o poetisas, riqueza de temas y de enfoques…

No solo la pobreza de medios nos aleja de la poética, a veces (y creo que demasiadas veces) son los mismos poetas los que nos alejan de sus producciones. Da la certera impresión de que los escritores han establecido que, cuanto más inaccesible sea su producto, más categoría adquieren como poetas; cuanto más crípticos, enrevesados, incomprensibles sean sus textos, de más nivel artístico hablaremos.

Siendo así, y constatable fatalmente, no extraña pues el alejamiento del público al género. Considerado esto, los gustos y los estímulos, para acercar (y acertarle) al público con la literatura, se dirigirán hacia la prosa y, entre esta, hacia la novela, más llevadera y entendedera a priori que la poesía. Por ello, muchos poetas, si quieren vender o vivir de su arte, tienen que recurrir a la prosa, a la narrativa, como recurso; aunque creo que muchos de ellos siempre pensarán que están rebajándose a un género menor.

La prosa (¡ah, lo prosaico!) puede llegar también a cotas altas de materia indigerible, de tostonazo total, de muestrario de pedantería absoluta, no se crea.

La melancolía y la tristeza, la depresiva manía, también llegan a alcanzar a la prosa. Entonces algunos, confundiendo los términos, califican esa prosa como “poética”, al estar contaminada por lo anterior. Cierto que hay escritores que, con su arte, nos hacen mezcla entre narrativa y su trasfondo, poético, su decorado lírico; y, si de veras tiene arte, logran llevarnos por sus líneas, debidas a los mundos de la ensoñación, de las imágenes y de los estados del sentimiento y del alma (gran fundamento de la poética).

Se superan entonces todos los límites.

Escribir significa oficio (lo que conlleva estudio), sentido y sensibilidad. La sensibilidad implica confluencia, empatía, alma. El sentido nos lleva a la oportunidad, la coherencia, la pedagogía y la validez de lo escrito. También todo ello ha de formar parte de la poesía.

Hay quienes se dicen poetas, porque tienen oficio; lo cual no es, en verdad, garantía de serlo. Existe una especie de vademécum, editado para poetas, que proporciona a los escribidores de versos todo el material y todos los trucos necesarios para ensamblar versos con más o menos gracia. Son currantes de la rima, que no poetas. Pueden hacerle poemas a la luna, a la reina de las fiestas de cualquier pueblo o al Sagrado Corazón, según se tercie. Se venden en concursos, certámenes o pregones diversos.

Ahora, ni falta hace eso: tener oficio; que lo de la rima libre (que no es por supuesto rima) exime del estudio necesario.

Por esto, lo del sentido. Cuándo, por qué y para qué se escribe un poema (o poemario completo), si lo que se escribe tiene contenido o es un mero ejercicio de floritura vana o producto del crecido ego, que no se dirige hacia nada ni hacia nadie; que no sirve ni como medio didáctico o adoctrinador, educativo, cultural.

Lo que da cuerpo y validez a la poesía es su alma.

Los sentimientos que en la misma se contienen, la conexión que lleva al poeta (o poetisa) directamente al alma del lector, es lo más bonito. Claro que, como comencé, se confunde poesía con los sentimientos más tristes, más amargos: los que duelen. Tal vez deba ser así: que del campo del dolor surgen las más feraces cosechas. Podríamos decir que el sufrimiento es vivero de poetas. Así se ha visto, en ocasiones, que el grito del alma y del cuerpo ha salido en versos imperecederos. Pero, para ello ‑no nos olvidemos‑, hay, primero, que ser poeta.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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