Por Fernando Sánchez Resa.
Ha pasado ya mucho tiempo desde que conocí a mi tío paterno, José Sánchez Cortés (nacido en Úbeda, en 1915, y fallecido en París, en 1986); pero no por ello lo he olvidado. Desde siempre he pensado que su vida era un buen filón para escribir una novela o hacer una gran película. Mas lo que ahora yo pretendo es simplemente dar unas cuantas pinceladas de lo que fue su intensa vida para quizás, en un futuro, poder hacer un trabajo más extenso. Siempre es bueno que esta vida ejemplar no quede en el olvido, aunque no sea yo precisamente Plutarco para plasmarla.
Lo conocí cuando yo era un adolescente soñador que leía con fruición La revolución china(entre una larga serie de libros), por esa ansia que todo muchacho tiene de saber lo nuevo, cuando ya había muerto Franco. Al descubrirme, me dio un buen consejo (que, como la mayoría del género humano, no seguí; y menos, a esa edad): «No sé cómo puedes leer ese tipo de libros; pues yo, que he vivido la revolución en propia carne, no se la aconsejo a nadie…».
A partir de la muerte del dictador, venía todos los veranos a dar una vuelta por su Úbeda querida y pasar unos días de asueto en su admirada Nerja, infundiendo en sus nietos y su familia francesa ese afán por viajar y conocer la patria de sus ancestros…
Fue el mayor de los hermanos de la familia de mi padre y, desde siempre, le llamaron “el alemán” porque tenía el porte y los ojos diferentes al resto de su familia. Luego, paradójicamente, cuando ya jubilado volvió desde Francia a nuestra patria, también tenía pinta de extranjero, incluso hasta en la forma de hablar el español…
Siempre fue un aventurero con grandes ansias de vivir intensamente, por lo que quiso marcharse (varias veces) de su Úbeda natal para vivir (tempranamente) sus utópicos sueños, siendo devuelto por la Guardia Civil a su domicilio, sin saber que le aguardaba una guerra civil de casi tres años que le obligaría a exiliarse en tierras francesas y emprender allí un nueva vida conyugal y profesional, sin que el primer intento (de ambas, en Úbeda) fructificase…
Son múltiples e interesantes las anécdotas que protagonizó: yéndose de voluntario con el ejército rojo y ejerciendo de oficial; siendo protagonista de las batallas que libró en el frente del Ebro; y de las variadas vivencias durante el tiempo que pasó en los campos de concentración del sur de Francia; y las que vivió durante los dos períodos, de cinco años cada uno, en los que estuvo alistado en la Legión Extranjera francesa, luchando en el norte de África contra Rommel y el ejército alemán de Hitler, hasta obtener la nacionalidad francesa, sin renunciar nunca a la española.
Allí aprendió el idioma francés e incluso el italiano, leyéndolos en libros, pues su inteligencia era destacada. Siendo un hombre del campo en su tierra natal y recibiendo en propia carne los abusos del caciquismo andaluz, tuvo que marchar al país vecino para formar nueva familia y reciclarse en una nueva profesión: maestro de obras, contribuyendo a la construcción del aeropuerto de Orly y del metro de París; pasando muchas calamidades, pero ansiando siempre volver a su tierra ubetense para abrazar a su familia. Aunque, por desgracia, no pudo hacerlo a la muerte de sus padres (Fernando y Antonia), como le hubiese gustado, pues no se fiaba del régimen franquista…
La pena es que murió relativamente joven, y lejos de su amada Úbeda. Le faltó poco para cumplir los 70 años; producto de la voracidad de una enfermedad mortal, de la que se operó sin resultado positivo; seguramente fraguada en su larga y calamitosa vida cuando era tan joven y salió en los huesos de los mortíferos campos de concentración franceses, donde no se fiaban ni un pelo de los republicanos españoles que huían de la guerra civil española y del ejército de Franco…
Mi tío José dejó buena semilla humana en París, La Rochelle, Burdeos…; lugares que he tenido la suerte de visitar de la mano de mi entrañable familia franco‑española…
Esta es, resumidamente, la gran historia de un gran hombre: José Sánchez Cortés, quien dejó honda huella en todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, pues su fuerte y noble carácter, que no se arredraba ante nada ni ante nadie, siempre lo tendremos presente…
Torre del Mar, 11 de mayo de 2015.