La Semana Santa en España es, probablemente, la manifestación cultural de un pueblo ‑el español‑ más compleja y auténtica del mundo ‑sí, del mundo‑. Sastras, bordadores, carpinteros, costureras, sochantres (‘directores del coro en los oficios divinos’), escultores, periodistas, campaneros, cereros, floristas, tenderos, poetas, sacristanes, electricistas, soldados romanos, cantaoras, doradores, músicos, curas, fotógrafos, cantantes, costaleros, monaguillos, cineastas, anderas, nazarenos… participan alrededor de la conmemoración de los últimos momentos de la vida de Jesús, una figura que para todos es, como mínimo, la más auténtica personificación de la verdad que ha conocido la Humanidad.
Para algunos, esta fiesta tendrá un sentido religioso; para otros será, solo, un fenómeno cultural; pero todos, incluidos los simplemente espectadores, participan en ella con un profundo respeto, sentimiento recibido de los mayores con tanta o más fidelidad que se hereda en el ADN.
La luz, el colorido, los sonidos… decoran el inmenso teatro de la Semana Santa, en cuyo escenario los intérpretes participan desde un punto de vista sagrado o profano sin estorbarse o inquirirse, en sintonía con el mensaje de profundo respeto que predica Jesús, al que se conmemora.
Soldados romanos de Villanueva de la Reina.
La Semana Santa es un buen momento para reflexionar sobre el amor a la naturaleza, sentimiento que exhibe Jesús a lo largo de su vida.