Asuntos de óperas, 01

CARMEN, de Bizet

Acto I

Nos hallamos en una plaza de Sevilla, frente al cuartel de los dragones del regimiento de Alcalá. En frente de éste, se alza una fábrica de tabacos. El ambiente es de tranquilidad provinciana: Sur la place chacun passe. El cabo Morales y sus compañeros hablan sobre los transeúntes. Entra Micaela, una joven vestida con un traje de campesina navarra: es rubia y de aspecto angelical y se acerca tímidamente al cuartel. Pregunta por su paisano don José. Morales le dice que don José está ausente y la invita a entrar al cuartel, cosa que ella rehúsa. Micaela se va.

Se oye a lo lejos una marcha militar y llega la guardia entrante, seguida por un grupo de chiquillos que parodian el desfile: Avec la garde montante. Con los soldados llega don José, al que Morales narra la visita de Micaela. Se va la guardia saliente, acompañada por los mismos chiquillos, y se quedan solos don José y el teniente Zúñiga. Éste, que es nuevo en la plaza, pregunta a don José acerca de las cigarreras que trabajan en la fábrica. Don José confiesa que, siendo andaluzas y un tanto ligeras de costumbres, las mira con precaución; él es de estirpe vasca y se halla en el ejército por huir de Navarra, donde tuvo un lance sangriento. Por no dejarlo solo, su madre se trasladó también a Andalucía y vive, cerca de Sevilla, con Micaela, una huérfana.

La conversación queda interrumpida cuando suena la campana y salen las cigarreras, fumando. Pronto se destaca entre ellas una gitana de maneras provocativas: Carmen, que coquetea con todos y habla del amor de un modo muy suficiente: L’amour est un oiseau rebelle. Habiendo reparado en don José, se le acerca y le lanza una flor que lleva en el pelo. Don José, turbado, recoge la flor y la guarda.

Vuelve a aparecer Micaela, que se dirige a don José para darle una carta de su madre; en ella, la anciana recomienda a su hijo que se case con Micaela. Don José acaba de leerla cuando ésta ya se ha ido, pero decide seguir el consejo de su madre.

Estalla un gran alboroto en la fábrica de tabacos. Varias mujeres salen gritando y Zúñiga, con un grupo de soldados, entra en el local mientras las cigarreras discuten entre ellas si la culpa del incidente la tiene Carmen o no. Ha sido una reyerta y Carmen ha herido en la cara a otra mujer. Zúñiga sale de la fábrica después de detener a la gitana, a la que interroga. Ella contesta con insolencia y el teniente ordena que, maniatada, sea llevada a la prisión. Entra en el cuartel para extender una orden de arresto y don José se queda solo con ella, vigilándola. El militar se siente seducido por la gitana, que le promete danzas y amores en la taberna de Lilas Pastia, si él consiente en liberarla: Près des remparts de Séville.

Don José, que ha aflojado las ataduras de Carmen, recibe la orden de trasladarla a la prisión y, entonces Carmen, dándole un empujón, se escapa. Mas Zúñiga no se deja engañar por la treta y arresta a don José.

Acto II

Vemos ahora la taberna de Lilas Pastia, donde se dan frecuentemente cita varios contrabandistas, pero donde acuden también muchos militares atraídos por la concurrencia de mujeres atractivas de raza gitana. Precisamente dos gitanas, Mercedes y Frasquita, están bailando sobre un tablado. Carmen se suma a la danza y canta una canción llena de violencia. Lilas Pastia, que sabe que su local se halla estrechamente vigilado, anuncia que es la hora del cierre. El teniente Zúñiga, que está rondando a Carmen, habla con ella brevemente y le informa de que don José ha sido degradado y ha sufrido un mes de cárcel.

En este momento, llega una multitud que aclama al torero Escamillo, que esa tarde ha lidiado con éxito en la plaza de Sevilla. Todos brindan por él y el torero devuelve el brindis, no sin fijarse en la belleza de Carmen, a la que brinda la muerte de su próximo toro. Finalmente se van todos, incluido Zúñiga que, apasionado por Carmen, insiste en que volverá.

Carmen, Frasquita y Mercedes permanecen en la taberna, pues han sido requeridas por dos contrabandistas, el Dancaire y el Remendado, para ayudarles con sus gracias a distraer a la guardia para que puedan pasar su contrabando. Pero Carmen impone una espera: está enamorada y aguarda la llegada de su amado.

Llega don José y Carmen le obsequia con unas danzas. Pero, de pronto, se oye el toque de retreta y don José se dispone a regresar al cuartel. Carmen, enojada, se burla de sus obligaciones militares. Don José le confiesa su amor: La fleur que tu m’avais jetée, y esto calma a la gitana, que le propone que le siga a las montañas. Don José vacila, pero teme desertar; ya se despide de Carmen, cuando de pronto regresa Zúñiga, que ordena a don José que se vaya al cuartel. El tono de desprecio del teniente subleva a don José, que le desafía con el sable. Zúñiga no puede responder, porque, a una indicación de Carmen, entran los contrabandistas y se lo llevan de la taberna. Ahora, don José ya no tiene otra opción que unirse a Carmen.

Acto III

En las montañas, los contrabandistas se disponen a pasar la noche. Algunos encienden fuego y otros van a ojear las cercanías. Frasquita y Mercedes se entretienen consultando las cartas, para saber qué futuro amoroso les aguarda. Carmen también consulta la baraja, pero siempre le sale la carta de la muerte. El Dancaire reclama la colaboración de las tres mujeres para pasar el contrabando y don José toma muy mal la marcha de Carmen, provocando una escena de celos.

En un lugar cercano al campamento, vemos entrar a Micaela con un guía que, temeroso, la deja en el lugar convenido y se va. Micaela también tiene miedo, pero se siente en el deber de hallar a don José, para llevárselo consigo, ya que su madre pasa los días llorando por él y su muerte parece inminente. Micaela se esconde; un poco más allá aparece don José, al que los contrabandistas han dejado de guardia.

Llega un individuo sospechoso y don José le suelta un tiro. Escamillo, que es el recién llegado, se da a conocer y don José lo recibe con afecto. Pero cuando Escamillo le confiesa que ha subido a las montañas porque ama a Carmen, don José intenta apuñalarlo y sólo la llegada de los contrabandistas pone fin a la reyerta. Escamillo, sin inmutarse, anuncia que ha venido a invitarlos a todos a la corrida; pero en realidad dirige sus frases a Carmen, que siente nacer un nuevo amor por el torero. Escamillo se va y don José se queda furioso.

En este momento, unos contrabandistas entran con Micaela, a la que han descubierto en su escondrijo. La muchacha confiesa que ha venido en busca de don José. Carmen se muestra de acuerdo en que don José debe irse cuanto antes, y él finalmente accede.

Acto IV

Nos hallamos frente a la plaza de toros de Sevilla. La fiesta se presenta alegre y colorista y los vendedores anuncian sus productos, bonitos y baratos.

Zúñiga compra naranjas para Frasquita y Mercedes. Llega la cuadrilla, que cruza la plaza para dirigirse al coso: alguaciles, banderilleros, picadores y mozos. Finalmente llega Escamillo, del brazo de Carmen, y es aclamado por el público.

Frasquita y Mercedes se llevan aparte a Carmen, le hacen saber que don José ronda por aquel lugar y le advierten del peligro que corre. Finalmente, todos entran en la plaza excepto Carmen, que decide liquidar su relación con don José. Cuando éste llega, empieza por implorar su amor. Pero Carmen se niega y le asegura que, aunque la mate, no cederá. Se oyen las aclamaciones del público desde la plaza y Carmen se impacienta. A la pregunta de don José, afirma que ama a Escamillo. De nada valen las súplicas de don José y, cuando vuelven a oírse vítores desde la plaza y él insiste en sus exigencias, ella se niega y lanza despectivamente el anillo que él le había regalado.

Carmen intenta entrar en la plaza y don José, enajenado, le clava un puñal, dejándola muerta en el suelo, mientras el público rubrica la faena de Escamillo cantando su canción del “toreador”. Don José cae sobre el cuerpo sin vida de Carmen y deja que lo arresten sin oponer resistencia.


berzosa43@gmail.com

Deja una respuesta