La maldición de un cura romano (en esta página web se publicó hace cinco años “La maldición de un cura romano”, a la que me remito) me había provocado una lesión fibrilar que me mantuvo disminuido casi dos meses, a pesar de los eficaces masajes de una experta (y guapa) fisioterapeuta.
Corría el año 2007 de “Nuestro Señor” y prometí volver a Roma, porque la dificultad de mis movimientos (tuve que emplear muletas) había restringido notablemente los desplazamientos por la ciudad eterna.