Conocer Úbeda, 05a

En este soleado primer sábado (y día) del mes de junio, la gente, que ha venido a la actividad Paseos por Úbeda y sus contornos programada, va buscando la sombra de los árboles cercanos a la puerta de la Consolada… Se han ido congregando socios y simpatizantes de la asociación Úbeda por la cultura, que pretenden realizar la anunciada visita a Santa María de los Reales Alcázares, de la mano de un especialista de lujo: Antonio Almagro García.

Son ya casi las once cuando, en la singular plaza Vázquez de Molina, otros tres grupos de turistas foráneos comparten un mismo objetivo: empaparse de lo más monumental y característico de esta ciudad del Renacimiento. Somos todos, al fin y al cabo, competencia pacífica y leal de la cultura del saber… Cual goteo de agua, nos vamos desplazando a la puerta norte de Santa María, hasta que estamos todos.

Son las once y cuarto, cuando Francisco Javier Ruiz Ramos, (presidente de Úbeda por la cultura), muestra su doble agradecimiento: al insigne guía, que nos va a explicar esta singular iglesia ubetense; y a todos los asistentes… Comenta que visitar Santa María de los Reales Alcázares, después del penoso y controvertido último arreglo, es paso obligado… «Antonio es la persona que más sabe y conoce esta iglesia. Es profesor de ciencias sociales de la Safa; muy entendido en Santa María, sobre la que ha escrito numerosos libros y textos; y, además, es especialista en el siglo XVII y, por lo tanto, referente obligado para cualquier estudioso (que se precie) de esta época…».

Ahora habla Antonio Almagro, que sigue ‑como él mismo afirma‑ por afición o vicio esta senda de enseñar este monumento paradigmático de nuestra ciudad; han sido varias veces las que ha explicado Santa María, con la asistencia de más de cuatrocientas personas (incluso cuando estaba en obras). Deja las fachadas para el final y argumenta: «Son ellas lo primero que se ve, y lo último que se hizo…». Y todos entramos ‑ansiosamente‑ al claustro; una vez que hemos estado esperando largo rato a que lo abrieran…


Y, mientras tanto, nuestro docto guía razona: «Lo ortodoxo sería hacer una visita cronológica; empezando por el Arroyo de Santa María; pasando después al interior del templo; luego, admirando su claustro; y, por último, explicando sus dos fachadas; pero esta vez lo haremos de otra manera…».


Comenzamos admirando el claustro, datado en el siglo XVI, aunque hay autores que creen que no es uniforme (como todos podemos apreciar); puesto que unas partes son más antiguas que otras… Nos recuerda que Santa María, antes de ser iglesia fue mezquita (en la que bien podría ser el patio de abluciones el claustro y el iwán las naves del templo). «Ya veremos sus restos, después», nos adelanta. Su entrada principal está orientada al norte, que es por donde hemos accedido. Una vez que es tomada por los cristianos, se queda con elementos de la mezquita que fue, hasta que a finales del siglo XV comienzan a construirse capillas en el claustro que ahora pisamos… «Lo que hoy vemos, empieza a ser un claustro de categoría, más tarde…».

La puerta del alcázar fue la antigua sacristía o despacho parroquial (por donde entró el rey Fernando III el Santo, tras la conquista de la ciudad en 1233), con sus archivoltas románicas que se ven desde dentro; y que era la única salida a la ciudad; desde allí se pueden apreciar las murallas donde se apoyaba… Antiguamente había gradas, pues la plaza estaba más baja que la iglesia o el alcázar; tiempo después, la puerta se desplaza para coincidir, frente por frente, con la del ayuntamiento; lo que genera espacio interior tanto en el piso bajo como en el superior…

En este majestuoso claustro, llaman la atención sus bóvedas de terceletes; más abundantes en la primera bóveda (de la galería derecha); las siguientes son menos barrocas…  Las de la galería izquierda (que están junto a la Puerta de la Consolada) son más simples…

La nave primera contiene diferentes elementos emblemáticos: escudos de Pedro Becerra y de La Colegial; y algunos elementos decorativos alusivos a Becerro (por Pedro Becerra…); aunque aparentemente está muy estudiada a través de los elementos arquitectónicos, se jerarquizan espacios: así, con el tiempo, las capillas son, en parte, destruidas, como podemos apreciar actualmente, donde las bóvedas rompen las cresterías

Se construye la hornacina de entrada a la Virgen María, en cuyos pies, un azulejo recita, perenne y silenciosamente, el siguiente texto impreso: Si quieres que tu dolor / se convierta en alegría, / no te pases pecador / sin decir Ave María… (que es un salutación del siglo XVII). Vemos una imagen retocada y arcaizante, que recuerda modelos góticos…

Almagro García hace mención a los azulejos que se ven pegados en las paredes del claustro, diciendo que se añadieron en el siglo XIX, procedentes de un altar de la propia colegiata: El altar de los azulejos (D. Alejandro Monteagudo); y que constituye un vía crucis de catorce estaciones…

Cuando fue párroco D. Diego García Hidalgo (en el siglo pasado), trasladó rejas ‑y otros elementos…‑ del Maestro Bartolomé a varias capillas, como la que observamos en el rincón: la llamada Capilla del Cristo de los Toreros… Empatizando con la iglesia, cual si fuese un ser vivo, nuestro guía se apena de que esta construcción haya sufrido tanto…; por eso, todos los asistentes nos hacemos una certera idea de los múltiples cambios efectuados y de las muchas pérdidas sufridas, a lo largo del excesivo tiempo transcurrido desde su último cierre hasta su apertura actual…

«Era, este claustro, lugar de meditación y oración que tenía, hace años, mucho encanto con sus rejas, su arbolado, su penumbra…; ahora, se le ha metido demasiada piedra y no apetece venir sin bronceador…», bromea Antonio, con su fina ironía; pues el claustro, que actualmente observamos, se encuentra excesivamente desnudo…

Y nos recuerda, amargamente: «Por aquí pasaron camiones y dejaron machacadas fosas con losas tocantes y sonantes; como si en estas estancias hubiese un piano gigante…».

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