Un camino asfaltado transcurre a media ladera: es la Ronda de Antonio Muñoz Molina, que lleva desde la Baja del Salvador (casco histórico) hasta la academia de la Guardia Civil.
A la izquierda, por el mirador de San Lorenzo, entramos al barrio del mismo nombre. Una iglesia pequeña, con una espadaña cubierta de hiedra, nos indica un lugar señalado en sus novelas: la plaza donde jugó de niño, cuya remodelación por el Ayuntamiento le motivó a publicar un famoso artículo crítico en El País, donde denunciaba:
…Y ahora, en el colmo de la barbarie y del absurdo, la plaza de San Lorenzo, mi plazuela de la infancia, está siendo destrozada igual que lo han sido a lo largo de los años tantas plazas memorables, tantos rincones de una ciudad que ya no existe. Árboles que han dado sombra a varias generaciones han sido cortados en unas pocas horas. El sabio empedrado, el testimonio de tantas destrezas artesanales perdidas, el espacio del trabajo y de las vidas cotidianas de tanta gente, todo está siendo destrozado por una autoridad que parece carecer igual de respeto a la memoria que de conciencia de las necesidades presentes.
Y terminaba:
…Aunque esté muy lejos, quiero que sepáis que mi voz se une a la vuestra y que contáis conmigo en la hermosa rebelión de los vecinos de San Lorenzo. (El País, op. cit.), la casa donde nació y pasó su infancia y juventud, y frente a ella, el palacio de los Dávalos, o más conocida como la Casa de las Torres, donde el escritor desarrolla una de las leyendas más sugestivas, la de la emparedada, narrando en El jinete polaco los pormenores del fortuito hallazgo, en una habitación de este palacio, de los restos mortales de doña Ana de Orozco, presuntamente emparedada viva por el maduro propietario de la casa, don Andrés Dávalos de la Cueva, que contrajo matrimonio con ella, y a los pocos años dejó de ser vista. Su familia exigió, incluso mediante acciones judiciales, que se les autorizase a verla. El juicio acabó cuando el maduro marido compró con una fuerte cantidad de dinero el silencio de su familia política. A principios del siglo XX, unas obras ponen al descubierto unos restos que se suponen de Ana de Orozco. El cuerpo apareció vestido con unos hábitos y un collar, que fue robado y el cuerpo tirado a un muladar. En cuanto al fantasma que aparecía, se asegura que pertenecía a esta mujer y que se escuchaban sus lamentos. La fachada es un extraordinario modelo de alcázar urbano torreado (de ahí su popular nombre), a manera de gran pantalla, articulada en tres cuerpos.
Casa de las Torres (de la Emparedada). Plaza e iglesia de San Lorenzo.
El barrio es escenario de varias de sus novelas:
…Rehúye las calles transitadas y baja hacia la muralla del sur por callejones empedrados y de tapias blancas, que conducen a plazas íntimas con palacios abandonados del S. XVI y, altos álamos estremecidos por los pájaros, a esa oculta plaza de S. Lorenzo… (Plenilunio, c. 17).
Plaza de San Lorenzo: al fondo, casa natal de Muñoz Molina; y, girando a la izquierda, espadaña de la iglesia.
Volviendo sobre nuestros pasos, estas calles recuerdan al escritor, y son reiteradamente narradas, sobre todo en El viento de la Luna. Hacia la izquierda, la calle Jurado Gómez nos acerca a la casa de Baltasar, que describe con pormenores el Palacio de los Medinilla, hoy en restauración. Siguiendo la calle hasta el final, a la izquierda se halla un solar, donde antes se levantaba el cine Principal, al que acudía el personaje de Plenilunio o el joven protagonista de El viento de la Luna. Frente a él, la bella fachada del Palacio del Marqués de la Rambla, hoy convertido en hotel de lujo, y por cuya puerta lateral, que abre a la calle Cava, salían las caballerías narradas en El viento de la Luna.
Cine Principal, hoy solar. Palacio Marqués de la Rambla, hoy hotel.
Si giramos a la derecha, llegaremos a una plaza muy querida por el autor, la plaza de San Pedro, que ha sido remodelada hace unos años, con desigual éxito:
El nuevo diseño de la plaza de San Pedro ha acabado con el encanto de uno de los rincones mágicos de la ciudad y, si no lo remediamos, la siguiente en caer será la plaza de San Lorenzo (El País, 5‑12‑2004).
La plaza tiene un especial encanto de noche:
Luces amarillas que no llegan a alumbrar la plaza (…) sugieren la puerta de una iglesia en cuya hornacina más alta hay un vago San Pedro descabezado por iras de otros tiempos (…) El palacio es más antiguo que las acequias y los setos, pero la fuente ya estaba allí cuando lo construyeron, traída de Italia hace cuatro siglos por un duque muy devoto de Miguel Ángel. (Beatus ille, cap. 1).
En la plaza, a la izquierda se halla el palacio de los Orozco, donde vivió Manuel, el tío de Minaya, el protagonista del libro:
…mirando la casa, imaginando lo que habría detrás de la puerta tan alta y de los balcones y de las ventanas redondas del último piso que se encendían de noche como las claraboyas de un submarino. (Beatus ille, cap. 1).
Palacio de los Orozco. Plaza de San Pedro. Plaza y convento de Santa Clara.
Enfrente, una alta tapia oculta las enormes dependencias del Convento de Santa Clara, cuya discreta fachada abre a la plaza homónima, por donde transita el joven de El viento de la Luna y el joven poeta de Beatus ille. Por esta calle podemos volver al centro de donde partimos:
…y sube por los callejones con la cabeza baja, como agrediendo el aire, y sale a la plaza del general Orduña donde hay un taxi que lo llevará a la estación (Beatus ille, c. 1).