La política tiene, de vez en cuando, situaciones que dan claridad y coherencia al triste panorama que en general esta nos presenta en España, en Grecia, en Italia… Digo «de vez en cuando», porque es verdad que se tarda en reaccionar o se sigue la inercia de lo ya amañado y sobado, a pesar de las evidencias tozudas que nos saltan a los ojos; solo así se entiende que se sigan votando a corruptos manifiestos o presuntos, para que se sientan indemnes y a salvo de la justicia que a todos nos corresponde. O que ellos (los políticos) sigan actuando y pretendiendo beneficios y excepciones siempre a su favor (y a hurtadillas del conocimiento público).
La respuesta, en algunos de estos países machacados, como el caso de Grecia (o el nuestro), ha sido largar a la socialdemocracia, que se sentía ser la pecadora total del desastre (así lo hicieron creer sus adversarios), y votar como a salvadores a quienes eran los verdaderos causantes y continuadores del mismo. Se ha visto luego, ‑¡ah, luego!‑, lo que en realidad eran y pretendían.
Entonces, la insatisfacción ya fue imparable. La ira contenida (o no) salía a las calles y se manifestaba. Los insatisfechos, indignados, iracundos, fueron tachados de fascistas o nazis por quienes buscan precisamente sus fuentes en esas ideologías. También fueron tachados de “antisistema”. Y es cierto que los partidos más extremos (sobre todo al extremo de la derecha) están recibiendo nuevas energías.
Antisistemas. Surgieron los movimientos antisistema.
Acá, en España, de raíz anarcoide (que tiende al desorden) histórica, todavía están organizándose y dudan… Las cuestiones ideológicas están presentes en estas dudas. Existe un movimiento, denominado Democracia Real Ya (DRY), que parece querer convertirse en corriente política, oficialmente reconocida para acceder a próximas convocatorias electorales.
Bajo esta perspectiva, es muy necesario mirar hacia Italia y su desarrollo político de los años de la crisis que llevamos. Que la clase política italiana estaba muy desprestigiada no es ningún descubrimiento. Que muchos, de dentro y fuera del país, estaban hasta el gorro (y avergonzados) de Berlusconi es real. Los últimos escándalos del sujeto daban grima; él mismo daba grima.
En esto que, supuestamente para salvar a Italia de graves problemas con Bruselas, se logra largar por la brava al “cantor” Berlusconi y se coloca a un tecnócrata “independiente”. Su misión: dirigir el país aplicando recetas alemanas y bruselenses. O sea, como en los demás países PIGS.
La consecuencia entre la población: hartura. Y aquí entra un sujeto de especialísima facha, de especialísima verborrea, de especialísima teatralidad, llamado Beppe Grillo, que se caga en todo lo que se menea (muy italiano es) y, en especial, en la clase política italiana. Proclama en sus prédicas seudoproféticas la caída del sistema político, la regeneración total, porque promete acabar con los lastres que atenazan al pobre votante italiano. Logró que se elaborasen unas listas electorales de gentes muy aceptables y convenientes: profesionales, artistas, docentes, independientes supuestamente y no contaminados, y con estas adhesiones a su supuesto programa logró una victoria sobre los políticos tradicionales que se volvieron a presentar… Era una posibilidad, hasta entonces inalcanzable, que se tenía a mano: lograr el inicio del cambio deseado.
Podía haber sido el árbitro e incluso el protagonista de la formación del nuevo gobierno. Podría haber dejado al incombustible Berlusconi definitivamente fuera… Mas, no. Se envolvió en una supuesta “pureza” de principios y se retiró en pose teatral. Nefasto. La consecuencia más inmediata ha sido la vuelta del “bunga‑bunga”, si no como ministro, sí como muñidor de ministros; y el descrédito de la izquierda, que quedó casi descalabrada.
Más consecuencias fueron la inevitable y forzosa permanencia del presidente napolitano y la constitución de un gobierno de coalición muy inestable.
Y Grillo, clamando y declamando con histrionismo total. Que a esto se le llama, acá en mi tierra, ser un “cantamañanas”.
Y como el pueblo italiano puede ser también histriónico ‑pero no tonto‑, dándose cuenta de cómo han quedado todas las esperanzas puestas en la lista antisistema, toda la palabrería del cómico ‑palabrería hueca y sin efecto alguno‑, no ha tardado en obrar en consecuencia. En las recientes elecciones municipales italianas, las listas del Movimiento 5 Estrellas han quedado en bastante mal lugar (teniendo en cuenta los resultados anteriores).
Creo que esta lección venida de Italia nos puede venir muy bien, dado que aquí, todavía, un movimiento así, institucionalizado, se está gestando y tienen tiempo de pensárselo sus promotores. Pensar bien el programa que proponer y presentar. Pensar bien su idoneidad y su aplicación. Y con quiénes podrían hacerlo. Sobre todo, comprometerse a realizar ese programa, en cuanto tuviesen la oportunidad total o parcialmente. Pero nunca quedar voluntariamente fuera del sistema, donde nunca se puede hacer nada de lo dicho.
Si acá, estos alternativos (o los que sean) no se obligan, con claridad ante el posible electorado, a ser parte de la gobernanza del país, entonces debieran tener la seguridad de que no serían votados.
Por mirarse, que se miren en el ejemplo italiano.