Muchacho en la mezquita de Muley Idris

Fervorosa es la carne

del ángel que se quema en su belleza,

en la sutil belleza del desastre.

Un color y un perfume:

cuerpo y alma fundidos

en la fuente. Un bálsamo

de cúrcuma y canela es la oración.

El cuerpo es atraído por el alma.

Sus labios, femeninos,

su voz, como una espada

de flores: surtidor

de pétalos que huelen

a pan de rosa y menta.

Si reza con las manos en el rostro

‑puras piedras de fuego sus pupilas,

fuego lunar, versículos de arena‑,

la luz de su mirada

humedece sus dedos.

Si se arrodilla el ángel

e inclina su cabeza,

la sombra de su muerte

pasa, y le deja un tibio

reguero de cenizas en el cuello.

juralopez42@msn.com

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