Ahora bien, parece necesario señalar que convencionalismo no implica en ningún modo arbitrariedad relacional: por muy lúdica o incluso insensata que pueda parecer la asociación que se establece en este tipo de greguerías, la noción de razonamiento ‑por así decir‑ argumentativo, de legitimidad silogística ‑en el más amplio sentido de la palabra‑, está siempre presente.
Si ‑pongamos por caso‑ se afirma en una greguería que «La B es el ama de cría del alfabeto» es porque previamente ‑y no digo que como consecuencia de un proceso reflexivo, sino más bien intuitivo‑ se ha realizado la siguiente operación:
1. Un «ama de cría» lo es, por alimentar a niños con el producto de sus generosos pechos.
2. La letra mayúscula «B», por la forma arqueada de su doble protuberancia, evoca unos senos abundosos. En consecuencia…
3. «La B es el ama de cría del alfabeto» (greguería).
Para los efectos de la greguería, no importa que ese salto final (B = Ama de cría) parezca que desvirtúe la limpieza del silogismo. Al contrario, porque lo que suele conferir calidad sorpresiva e imaginativa a esta clase de greguerías es, precisamente, esa pirueta inusitada de una categoría de seres a otra. Lo cual no impide que un proceso rigurosamente preciso y lógico haya preparado la legitimidad de dicho salto:
1. De dos series de naturaleza diferente: Alfabeto [1]; Mujer [2].
2. Se han extraído dos individuos también diferentes: Alfabeto [1] à Letra B [1a]; Mujer [2] à Ama de cría [2a].
3. Y de esos individuos se han comparado implícitamente dos rasgos que los caracterizan; es decir, respectivamente: Doble forma arqueada [1b] / Senos [2b]. Por lo tanto, Alfabeto [1] à Letra B [1a] à Doble forma arqueada [1b]; Mujer [2] à Ama de cría [2a] à Senos [2b].
Lo que, transcrito en fórmula de correspondencias, daría:
a) Serie [1] es diferente de serie [2]; ahora bien,
b) Individuo [1a] es comparable a individuo [2a] porque,
c) Rasgo [1b] de [1a] es semejante a rasgo [2b] de [2a]; luego,
d) Greguería: [1a] = [2a] de [1]; es decir, la B [1a] es el ama de cría [2a] del alfabeto [1].
Es evidente que los dos llamados rasgos [1a] y [2a] son fundamentales para que se cumpla la validez y eficacia de la greguería. Y ello por varias razones:
Primero, porque en ellos se apoya el proceso de asociación y referencia que une el rasgo con la serie a la que por naturaleza pertenece: [1b] à [1a] à [1] y [2b] à [2a] à [2].
Segundo, porque son sólo esos rasgos [1b] y [2b], y no otros, los que confieren características propias a los posibles individuos que puedan integrar las respectivas series [1] y [2].
Y, en tercer lugar, porque son también esos rasgos y no otros los que permiten establecer una asociación “lógica” entre dos individuos dispares, precedentes a dos series que también lo son. Es decir, que si “B mayúscula” [1a] puede entrar en relación asociativa y lógica con “Ama de cría” [2b] es porque ninguna otra letra mayúscula de la serie “Alfabeto” [1] posee ese rasgo definidor [1b] que haga posible tal relación; como tampoco, dentro de la serie “Mujer” [2], ninguna que no sea madre (“madre de leche”) puede cumplir con la función “Ama de cría” [2a].
Teniendo en cuenta lo dicho y completando el proceso, tenemos:
Que [1a] de [1] se define por [1b].
Y que [2a] de [1] se define por [2b].
Ahora bien, [1b] de [1] es equivalente a [2b] de [2].
Luego [1a] = [2a] de [1].
O, lo que es lo mismo, si procedemos a la sustitución de la que surge la greguería, tenemos que «La B [1a] es el ama de cría [2a] del alfabeto [1]».
Y no se olvide, finalmente, que la eficacia y validez de la relación de identidad, equivalencia o semejanza, sobre la que reposa todo el pacto asociativo, dependen de esos dos rasgos «eludidos» en la enunciación de la greguería. Es, exactamente, el mismo proceso que ‑cuando en las clases de retórica nos enseñaban la configuración asociativa en sus diferentes niveles de semejanza, mediante la comparación‑ la imagen y la metáfora.
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